domingo, 19 de diciembre de 2010

ATENCION

Tere, no has corregido mi redacción! està antes de la de mariona

domingo, 12 de diciembre de 2010

Según se viene hablando desde el nacimiento de Jesucristo, la navidad es tiempo de felicidad, tiempo de magia, tiempo de unión entre los más próximos, pero navidad también es conocida como el tiempo de los regalos, para los mayores es tiempo de desabrocharse el cinturón, nada de abrochárselo, la palabra comprar es una de las más utilizadas en los tiempos navideños.
Se calcula que en los últimos dos años, debido a la crisis, el gasto medio de las familias es de 750 euros aproximadamente, de los cuales más de la mitad se invierten en regalos.
Este gasto que hay en navidad, es asumible hasta cierto punto. En estos tiempos en que estamos, la sociedad no está para tirar el dinero, por lo tanto en estas navidades se esperan aún menos gastos que en otros años, es decir los comercios, que siempre aspiran a obtener mucho beneficio por navidades, es el que más perjudicado se ve en el consumo navideño en época de crisis.
En navidad, también tenemos los principales sorteos de la lotería, por lo tanto es otro gasto más a la que la sociedad se apunta. El gasto en lotería aproximadamente se calcula que es de unos 100 euros por familia, un gasto demasiado alto para un sorteo que en el 99,9% de los casos, las familias no salen ganando.
Por lo tanto en mi opinión creo que lo principal tiene que ser en las familias un mayor control sobre la economía y dejar atrás los gastos innecesarios como la lotería o la compra de productos con la simple finalidad de “capricho”, sino el consumo navideño seguirá siendo un problema para la economía de las familias con algún tipo de problema económico.

Ferran Bochaca

jueves, 9 de diciembre de 2010

Consumo en navidad

La navidad es una celebración, inicialmente pagana que fue adaptada al catolicismo, en la que se celebra el nacimiento de Jesús. La fiesta fue adaptada para que representase todos los valores que caracterizan a religión cristiana. Pero no fue hasta el año 350 que la navidad se colocó el 25 de diciembre, bajo el consejo del papa Julio I en la instauración del calendario gregoriano.
La navidad promueve todos los valores que practicaba Cristo, el amor, la amistad, el compañerismo y el desinterés, así poco a poco se fue introduciendo la tradición de dar regalos a los seres queridos, como muestra de aprecio. Una navidad llena de valores y sentido.

Pero hoy en día esta celebración es muy diferente, ha tomado un rumbo dirigido por los intereses y el mercadeo, típicos de la sociedad actual. El capitalismo ha provocado que los niños ya no entiendan que son los valores navideños y que por el contrario, vean la festividad como una oportunidad más de recibir regalos de sus padres, las empresas lo ven como la gran oportunidad para incrementar los beneficios y muchos otros lo ven como otra simple fiesta más que solo implica tiempo libre. Los comercios y el mercado hacen aparición y las calles y medios de comunicación se ven saturados por la creciente oleada de anuncios. Pero bajo esta marea de anuncios publicitarios y promociones también hay un contraste cultural. Sin importar el lugar de donde vengas o la religión en la que creas, el significado de la navidad siempre será el mismo. Anteriormente en Navidad se cantaban villancicos y se tocaba la zambomba, ahora las familias piden créditos bancarios de cantidades aproximadas a tres mil euros para celebrar las fiestas con todos los lujos posibles.

En mi opinión la navidad ha perdido todo su encanto y se ha convertido en el periodo del año en que se consume de manera más abultada, efecto que beneficia al sistema. Creo que es difícil acabar con esto, pero nunca esta de menos intentarlo y habría que imponer las antiguas tradiciones, de bien seguro esto uniría a las familias, que pasarían momentos bonitos y divertidos juntos y enseñaría a los niños lo que realmente es la navidad.

NAVIDAD SE ESCRIBE CON C


En 1931 el pintor Habdar Slundblon recibió un encargo para Coca-Cola: dar humanidad y credibilidad a San Nicolás. La leyenda urbana data de entonces su característica vestimenta roja y blanca, que si bien estos colores ya se le relacionaban anteriormente por los hábitos religiosos del santo, la campaña comercial navideña de Coca-Cola popularizó una imagen transformada de él. Podemos señalar representativamente entonces la pérdida del espíritu judeocristiano que celebra el nacimiento de su profeta rodeado de su familia y seres queridos. Es entonces cuando la idea de despertarse con todo el comedor lleno de regalos que previamente sus padres habrán comprado (sí, los padres son papa Noel y los reyes, siento decirlo para los que no lo sepan). Santa Claus, ese bobalicón y rechoncho personaje es el catalizador de la consolidación del capitalismo con su máximo ideal: el consumismo.


La realidad no es otra que un desmesurado consumo a tres destacados subgrupos: el familiar, el estatal y ecológico.


El consumo familiar se constituye por las infinitas y sempiternas comidas familiares y las montañas de regales embalados con lazos y colores de neón. En comida se gasta un 30% más que la media mensual del resto del año, predominando los turrones, carnes ovinas y caprinas, el marisco, el pavo y las conservas y en bebida los cavas, sidras y vinos de denominación de origen. Estudios del ministerios de comercio, industria y turismo realizó encuestas cuyos resultados son curiosos ya que preferimos hacer la compra en varios días entre semana, la mitad compra productos frescos y los congela para Navidad y la manca de un incremento en los precios de los supermercados hacen que estos sean los preferidos para los consumidores. Se prepara un gran banquete, o más de uno contando Nochevieja, Navidad, San Esteban, Fin de Año y Reyes. Un total escalofriante si visualizamos la gran cantidad de dinero gastado en demostrar las cualidades culinarias de cada casa y la economía familiar, que ya no solo es un gasto económico sino un estrés para cada uno de los familiares que se ven forzados a sentir una explosión de emotividad y simpatía con parientes y conocidos durante esta época. También se debe remarcar la cada vez más creciente tendencia a comer fuera que según las encuestas es más popular en los jóvenes.


Es conveniente relacionar el consumo a nivel estatal o de los ayuntamientos con el ecológico. ¿Por qué? Simple. Quienes aprueban unas leyes de mercado y comercio son los políticos. Y estas leyes pueden estar estrechamente relacionadas con el medio ambiente. Un grupo ecologista, Ecologistas en Acción, presento una queja a la comunidad autónoma de Murcia para que esta cambiara algunos detalles del alumbrado navideño por un claro motivo, el gran derroche energético que supone este. En esa queja también se propusieron las dichas reformas para minimizar y disminuir las siempre mencionadas enormes emisiones de CO2 que se expulsan en las centrales energéticas (la mayoría de estas son no renovables y contaminantes), como son la reducción del período en que se encienden las luces a solo 15 días, encenderlas solo 4 horas al día o usar tecnología LED. Como es de esperar los políticos de Múrcia como en la gran mayoría de sitios ignoro las propuestas y quejas, la primera semana de Diciembre ya estaban allí las brillantes y multicoloridas luces de Navidad, así haciendo un uso energético poco razonable (que no afectaría demasiado a los comercios) y un gasto más de los bolsillos de todos los españoles.


¿Es posible justificar este derroche, más aún en tiempos de crisis? Parece que sí. Pues la Navidad escrita con C significa comprar, y es la Navidad el momento en que se olvidan hipotecas, deudas o bancarrotas para ¿estar felices y comer anises con la familia? No, ¡para comprar! Es la excepción que confirma la norma. Somos esas hormiguitas esclavas del sistema y de los sueldos, que se pasan la gris semana esperando que llegue Navidad y luego el verano. Es entonces cuando aparecen la desmesura, los excesos, los ataques al corazón, los quilos de más, los niños consentidos que digievolucionan en pequeños monstruos devoradores. No soy una persona religiosa ni con muchas fes, pero si lo fuera me sería difícil imaginar el nacimiento del mesías rodeado de regalos del Toysarus, con latas de caviar y paté francés, María vistiendo un abrigo de piel del Corte Inglés y José abriendo un champán de la cosecha del 61. Y esa frase del mismo Jesús que dice: “Y otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de los Cielos”.


Este lavado de cerebro no ha estado maquinado ni más ni menos por el capital usando su mejor guerrero combativo: la publicidad. A mediados de Noviembre se deberían apagar todas las televisiones para aislarnos de esos pegadizos eslóganes e increíbles inventos, y aún así por las calles veríamos los catálogos de ofertas y juguetes. Esta arma tan, inteligente y efectiva de la que no se puede escapar empieza con los más influenciables de toda la cadena: los niños y niñas. Y el mecanismo se activa, de tal manera que estos fuerzan a sus padres mediante ruegos, y como ahora el amor se entiende como algo cuantificable, como más amor, hay más juguetes. Y tristemente, hacemos un inmenso gasto en algo que luego no nos beneficia en nada, estos regalos no son de artesanía local, con muchos embalajes, sexistas, bélicos, no adecuados a las edades ni biodegradables. Es una vergüenza. No solo hemos perdido lo que significa Navidad en lo más interior de nuestros seres, unos días para poder abrazarte con esa madre que amas durante el año y Navidad, regalar unos momentos con el padre que te apoya, y con los familiares que te han visto crecer, sino que incluso los propios padres y abuelos lo han olvidado, que han sabido bien lo que era la miseria y la pobreza de una posguerra, el ser feliz con tu única e inigualable muñeca echa por ti misma, el jugar con los vecinos en la calle al escondite en vez de cerrados en casa con el Pro o FIFA. Se nos está inhibiendo la creatividad y la tradición, el poder jugar sin juguetes.


Yo no puedo dar lecciones ni en ser responsable ni en no consumir ni en hacer sintaxis, porque desde pequeña he oído como mis padres y abuelos recordando me contaban sus pobres y queridos juegos, y aún así se me han comprado más de 20 Barbies, 3 guitarras (ya ni recuerdo como se tocaba), un potente telescopio (que aún descansa en su caja intacto), etc. Luego se me critica mi consumismo superfluo con la ropa. Mea Culpa? No, ni de mis parientes que intentan suplir sus pobres (pero auténticas) Navidades. Todos somos marionetas de este sistema político-económico, del capital. De la Coca-Cola.

Consumo en navidad


Luces, dulces, villancicos, juguetes y fiesta, es todo lo que nos recuerda el fin de año. Los colores verde y rojo invaden las calles, y las familias se reúnen para celebrar una festividad que, sin importar las creencias religiosas, representa la felicidad, la unidad y el amor. Palabras muy bellas para una actividad que implica algo más que valores morales.

La navidad es la época en la que más se gasta en comida, adornos y regalos de toda clase, con tal de impresionar a las personas próximas. Las ofertas, la llamativa publicidad y las interminables colas en las cajas de las tiendas y almacenes cambian radicalmente el paisaje y rompen con la monotonía. Ahora, cuando los pagos adicionales de fin de año llenan los bolsillos y el embriagante espíritu navideño se aviva, es cuando salta al aire el consumismo impulsivo que tanto ha caracterizado a nuestra sociedad.

Sin embargo, la crisis sigue presente y se ha hecho notar; un ejemplo serían los recortes a los presupuestos para alumbrados navideños, algunas ciudades han llegado a reducir en un 30% su gasto energético dirigido a este fin y esto hablando solo del sector público, porque todavía nos falta por ver cuánto decaen las ventas decembrinas con respecto a años anteriores. Aun así, cientos de miles de personas salen a las calles para gastar su dinero en objetos “indispensables” para la festividad, sin darse cuenta que han caído, una vez más, en el persuasivo juego de las empresas medianas y las multinacionales. Es irónico hablar de los valores de la navidad cuando nos encontramos con grandes contrastes como los que vivimos hoy en día. Mientras en las grandes potencias como Alemania, Francia y Estados Unidos se gastan aproximadamente unos 850-980 Euros de media, miles de personas mueren de hambre en Asia, África y Sudamérica.

Algo está claro y es que la navidad ya no significa lo que originalmente intentaba representar, valores como el amor, la confianza y la humildad, encarnados por el nacimiento de un débil niño a las afueras de Belén, se han visto sumergidos dentro de intereses vacíos, consumismo compulsivo y una avalancha de productos y despilfarros que quedarían insuficientemente descritos como caprichosos, desechables e inservibles.

Andrés Restrepo Arango

El consumismo en Navidades.

Después de las fiestas de la constitución podemos empezar a encontrar en la televisión una brutalidad de anuncios de juguetes, comidas navideñas, ropa o calzado entre otros productos.
Por las vacaciones de navidad, una gran masa de personas pasean por las calles en busca de regalos para sus familiares y amigos.
Son las consecuencias de lo que se llama la nueva tradición navideña. Digo nueva porque en un inicio, la navidad tan sólo era una fiesta llegada de la mano de la tradición cristiana en que se reunía toda la familia para rendir culto a sus creencias, para ser más concretos la celebración rinde homenaje al nacimiento del niño Jesús.

En la actualidad, la navidad es celebrada por todos, sean creyentes o no. La navidad se ha transformado en una fiesta en que la gente aprovecha para reunirse con sus personas queridas y pasar un buen rato.

El problema es que dentro de nuestra sociedad, las grandes empresas y multinacionales han aprovechado éste sentimiento de reencuentro para promocionar todos sus productos, no vaya a ser que lleguemos con las manos vacías a casa de nuestros padres o amigos.
Esto ha significado una relación de las fiestas con los regalos, así las personas relacionamos la felicidad con los objetos materiales.
Éste es el principal objetivo de las empresas, y parece que lo consiguen.
Desde muy pequeños nos enseñan que el día de reyes es un día feliz, porque recibimos regalos y tenemos dos días para disfrutarlos antes de volver al colegio. A un niño no le sirve levantarse y que le digan “hoy es un gran día porque tienes una familia que te cuida y te dará todas las oportunidades que pueda en ésta vida”.
En mi opinión, el consumismo hace que nos olvidemos de todas las cosas buenas que tenemos y hace que cada vez queramos más y más.
Por este motivo creo que las personas deberíamos escapar un poco de ésta conducta y darnos cuenta que lo que nos hace sentirnos vivos no son los objectos materiales.
El consumismo en las fiestas es excesivo y creo que deberíamos dejar de adquirir tantos productos, para poder valorar más otras cosas que tenemos a diario.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL CONSUMO EN NAVIDAD

A partir de la consolidación del capitalismo ( segunda mitad del siglo XIX) la manera de entender las fiestas navideñas dio un giro hacia al materialismo y al consumismo navideño. Teniendo en cuenta que tanto los mitos religiosos como las tendencias marcadas por las grandes multinacionales europeas y norteamericanas han marcado las directrices que debemos seguir en esas fechas tan agradables. Analizando más precisamente estos cambios sociales, podemos observar sobretodo, que las necesidades materiales van aumentando cada vez más en nuestra sociedad, pero hay un problema: la mayoría de nosotros ( la clase media ) no tenemos la certidumbre de qué continuaremos manteniendo nuestra probablemente efímera condición social, es decir, que si podemos conservar el trabajo y mantener un nivel notable de vida podremos seguir consumiendo masivamente por navidad pero cuando haya que apretarse el cinturón, deberemos de renunciar a muchos lujos.
Bajo mi punto de vista el consumismo no es del todo malo ya que en cierto modo si podemos lograr un buen sueldo y hallar un trabajo seguro, el consumismo es conservable, así pues nos atorga un buen nivel de vida ( que es irreal) que en su momento nos permite ser felices. Des del punto de vista meramente económico es muy importante para las empresas ya que el incremento del consumo es también un sustancioso incremento de los ingresos de las empresas vendedoras.

Por otro lado, el sistema consumista es muy perjudicial ya que nos obliga indirectamente a tomar decisiones en torno a lo que nos proponen las empresas que realmente no piensan únicamente en satisfacer nuestras necesidades sino que sólo piensan en engordar su ya imponente fortuna y crearnos más necesidades, para que compremos más productos de los que ya consumimos. El consumismo es muy nocivo porque nos distancia de los valores navideños tanto los valores familiares ( en los ateos y religiosos) y nos aparta del espíritu navideño, el último sólo hace referencia a los cristianos. Claramente el consumismo es la aberración del consumo por eso debemos ser inteligentes y cautos a la hora de comprar, es decir, debemos comprar lo que necesitamos realmente, incluyendo los regalos para nuestros seres queridos, pero no más ya que si nos pasamos lo único que hacemos es obedecer a los demás y destruirnos a nosotros mismos.

En conclusión, pienso que debemos consumir por navidad ya que debemos ser agradables y detallistas con nuestros seres queridos y nosotros mismos pero siempre de forma controlada, disfrutando de la variedad que nos atorga la sociedad capitalista pero sin traspasar los límites tanto económicos como de conciencia propia, porque sino lo hacemos de este modo, no seremos nunca realmente felices.

Consumo en Navidad

La Navidad ya esta llegando, las calles se llenan de luces y millones de colores, los árboles decorados, las ventanas y las paredes sujetan las luces de la calle, los aparadores de las tiendas también nos dan ilusión por revivir la navidad y se llenan de una gran variedad de objetos que nos empiezan a dar ideas para nuestros regalos.
Para algunos suele ser una época de ilusión y felicidad en casa y en familia pero últimamente, para muchos se esta convirtiendo en una etapa demasiado larga y devastadora en los ahorros familiares.
Desde hace mucho tiempo la Navidad para la sociedad se ha convertido en un período en el que la única finalidad suele ser comprar regalos para complacer a los seres queridos y, por desgracia, las reuniones familiares se dejan a un segundo plano.
A mi parecer, todo el mundo esta cansado de oír hablar de la crisis, lo sé, pero pensaba que este consumismo disminuiría con su llegada, pero se ve que no, que lo único que ha conseguido es que la gente se dedique a comprar igual o más pero buscando los mejores precios. A todas estas ganas de comprar debemos añadir la multitud de publicidad que nos encontramos por la calle, la tele, las revistas que aparecen debajo la puerta… que poco o mucho nos incitan más a comprar.
Cada vez más la navidad, como muchas otras cosas, se esta convirtiendo solo en un icono comercial, y nosotros lo estamos aceptando, creemos que la Navidad es esto, y no es así. Porque hace años todas estas publicidades no existían y la gente disfrutaba de la Navidad, de su símbolo. Los únicos regalos que se hacían era pequeños detalles para recordar el aprecio a los seres queridos, ahora lo único que importa es si el regalo será suficientemente grande, especial y si quedaras bien con tu suegra o con tu tío. Y por supuesto, haber quien hace la comida más abundante y buena.
Por supuesto sé que aunque todo el mundo se de cuenta de en lo que se esta convirtiendo la Navidad, nada va a cambiar, porque lo rigen los que mandan, y no somos nosotros, la población. Pero esto no solamente pasa con la Navidad sino con muchas otras fiestas, que solo se han convertido en unos días de consumismo. Y por lo tanto, la reunión familiar ha dejado de ser la costumbre más importante y el comprar ha pasado a primer plano.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Consumo en Navidad

En cuestión de días las calles de todas las ciudades y pueblos van a llenarse de luces. Las puertas y entradas de los pisos estarán adornadas con todo tipo de complementos navideños y los escaparates de las tiendas más llenos que nunca, engalanados y con un montón de ofertas y novedades curiosas.
Es Navidad. Una época del año que con el paso del tiempo ha ido modificando la percepción que los ciudadanos tenían de ella. Hace unos años, era sinónimo de pureza, simpleza, imitación de la pobreza de Jesús. Ahora, cada español gastará la alarmante cifra de ochocientos treinta y tres euros de media según un estudio llevado a cabo por la FUCI. ¿Dónde hemos llegado? ¿En qué se ha convertido el espíritu navideño?

Es angustioso abrir la televisión en estas fechas. Miles y miles de anuncios bombardean diariamente, las veinticuatro horas del día, un sinfín de productos innecesarios e inútiles, pero presentados con tanta sutileza que parece incluso esencial la compra de alguno de ellos. La distribución de productos por los estantes no ha sido arbitraria, sino que ha sido llevada a cabo mediante estudios de comportamiento humano. Saben como persuadirnos, conocen nuestras debilidades. El sector de niños de entre tres y doce años es el más peligroso. Son mentes fáciles de convencer, y si a esto incluimos los vistosos anuncios con colores vivos y luces por todos los sitios tenemos la combinación perfecta para que escriban una media de treinta juguetes en sus cartas para los reyes magos.

Es saludable y civilizado compartir nuestra felicidad con los demás, incluso romper con la rutina del trabajo diario. Pero parece que nos hayamos olvidado del verdadero significado de la Navidad. La Navidad para los creyentes es tan solo una fiesta en la que se celebra la llegada del niño Jesús de la forma más pobre y humilde que se pueda imaginar. Sin embargo, casi como una bomba expansiva, la Navidad, y con ella el consumismo, se ha metido en nuestras casas.

Compras excesivas de alimentos, cenas familiares donde no cabe un plato más en la mesa, cantidad de botellas de alcohol encima, tala de abetos y extracción de muérdago y acebo de los bosques cercanos para realizar el Belén y llenar la casa de adornos sinónimos de “paz y felicidad”, miles de vatios de potencia para iluminar toda la casa y la ciudad con espantosas lucecillas sin tener en cuenta que suponen un gasto energético infernal a parte del exceso de energía empleada para su fabricación, montones de residuos provocados por los embalajes de los regalos, productos de menos de diez centímetros metidos dentro de cajas de más de treinta, contaminación acústica debida a la música de los escaparates que invaden las calles… el medio ambiente parece ser el único al que no le gusta la Navidad. Pero el problema no es la Navidad, sino el consumismo en estas fechas.

En mi opinión, estamos olvidando el verdadero significado de la Navidad. En teoría esta debería de ser la fecha del año en la cual se celebraran la paz, la humildad y la fraternidad. Y sin embargo, nadie se acuerda de la pobreza que hay en el mundo, de las guerras que siguen abiertas en muchos países (y muchas de ellas por la extracción de petróleo tan necesario para la elaboración de productos navideños) y de las malatías que están arrasando con muchas poblaciones. De repente, todos somos mucho más ricos y no tenemos problema alguno para iniciar unas compras compulsivas igual que al cabo de un mes, por la llamada “cuesta de enero”, debamos de restringir al máximo nuestras compras. ¿Es que nos estamos volviendo locos? ¿A caso hace cien años no se celebraba la Navidad? El consumo no debe de ser sinónimo de felicidad y sin embargo parece que actualmente tan solo es digno de celebrar la Navidad el más rico, y en el caso de no serlo, lo intenta parecer aunque solo sea durante un mes.

Es evidente que no podré cambiar el mundo, y reconozco que muchas veces yo también me veo arrastrada por esta época de consumismo excesivo, pero invito a todas las personas del mundo ha tomarse un respiro, salir a la calle, y observar todo lo descrito hasta ahora. Después, ir a algún lugar tranquilo y hacer una reflexión sobre todo lo observado (gente estresada con las últimas compras navideñas, el extraño suceso de que todos queramos comer langosta el mismo día, los padres mileuristas que sienten remordimientos por no poder comprar el “Increíble Hulk” a su hijo…) y valorar si de verdad deseamos seguir por este camino de consumo o si seria mejor replantearnos las Navidades y celebrarlas de la forma más humilde como hacían cien años atrás. Yo opto por la segunda opción: la Navidad debe de poder ser celebrada por cualquiera y, es más, debería de ser festejada con mayor ilusión por el pobre que por el rico.
Lídia Puyals