domingo, 30 de enero de 2011

Universidades: pública versus privada

Tengo dos amigos que estudian magisterio en Lérida, pero por razones de nota de corte, uno entró en la pública y el otro se quedó a un punto de entrar. Así que casualmente, el chico que se quedó en las puertas de poder cursar en una universidad pública, tenía un respaldo económico, y por tanto pudo matricularse en una privada. Actualmente, ambos están sacándose el curso pero siempre que me hablan de trabajos, exámenes y sobretodo, notas, no puedo evitar las comparaciones. No obstante, ellos ya han escogido (o no), ahora nos toca a nosotros porque en menos de cuatro meses deberemos rellenar solicitudes y prematriculas.

Se suele asociar la privada con padres engominados que pagan como un capricho más un título universitario a sus niños, y a la pública como un sitio sin leyes pero al que se te exige un ritmo de trabajo exhaustivo para total, ver como enchufan antes a los engominados de armillas de cuadros escoceses. Es un tema en el que resulta difícil decantarse sobretodo porque se puede relativizar en la disciplina y universidad que vayas. Un claro ejemplo es ESADE, una universidad privada con carreras de derecho, empresariales y administración de empresa que forma parte de la universidad Ramón Llull. Es una de las más prestigiosas de Cataluña y España, sus estudios son muchas veces nombrados en los telediarios y documentales, pero además, sus pruebas de acceso son más complejas que en otras (incluyendo las públicas). Igualmente, continua siendo inaccesible por algunas familias ya que la matricula también es compleja para algunos bolsillos. De hecho, como pasa en los Estados Unidos, muchas universidades privadas como Harvard, Yale o Princeton, tienen una gran reputación pero resultan utópicas para gente muy válida. Y debemos recordar que al ser grupos más pequeños es más fácil recibir la atención del profesorado del centro. No obstante, en la pública, con ayudas y subvenciones del estado también se logra un buen resultado, ya que el alumno debe ser él mismo el que se preste la atención, no a golpe de talonario, sino de los suspensos. Son dos filosofías muy diferentes, con infinidad de características opuestas, pero al fin y al cabo su objetivo es el mismo, formar profesionales válidos para el futuro. Y también coinciden en que no es ni la universidad ni el claustro los que determinan el nivel del grupo, sino los mismos alumnos. Entonces podemos entender que si a algunas privadas solo acuden los alumnos con notas no aptas para la media de las públicas, el nivel será más lento y bajo.

Tengo como principio que el conocimiento no debería ser privado ni a cambio de dinero, todos los que se hayan esforzado durante los años de enseñanza obligatoria merecen poder escoger y cumplir sus expectativas. Me parece algo tan lógico por mi manera de ser y como me han educado, escoger la universidad que más me conviene a mí y a los que realmente me la pagarán. Además, si un día queremos ser un crack de Wall Street, mejor despertar y darte cuenta que si quieres hacerte un hueco en un mundo competitivo y que sobrevalora el mejor, el ganador, el número uno, tendrás que trabajártelo tu, independientemente del dinero que puedas tener. Uno mismo se debe forjar su prestigio, y no dudaré en decir, que es posible yendo a la pública como en la privada.

En definitiva, el título de la redacción es una simple excusa para la mayoría y una forma de justificar etiquetas de snob o rastafari de una molesta frivolidad; el que quiera triunfar en la vida y cumplir sus deseos será aquel que lo demuestre mediante sudor e interminables vasos de café en las tres de la madrugada.

sábado, 29 de enero de 2011

¿Universidad pública o privada?

Muy pronto la mayor parte de mis compañeros y yo vamos a adentrarnos de lleno en plena vida universitaria. Esto es, en consecuencia, un momento de duda y de tomar decisiones. Pero si bien muchos tenemos suficientemente claro qué modalidad queremos estudiar y en que conocimientos queremos formarnos, no todos tenemos tan claro en qué universidad vamos a inscribirnos. Con esto, existe un clásico (pero no por eso menos importante) debate, en el que nos vemos obligados a participar tanto estudiantes como padres: ¿universidad pública o privada?

¿Cuál universidad es mejor para educar a mis hijos? ¿Dónde serán mejor formados? ¿En cuál de las dos van a sentirse más cómodos? Éstas y otras muchas preguntas empiezan a surgir en nuestras mentes y por desgracia no siempre tenemos una respuesta clara. Sin embargo, muchas veces hemos oído afirmar algunas proposiciones como que en la universidad privada es mucho más sencillo encontrar trabajo o que es en la universidad pública donde se encuentran los profesores mejor dotados. Pero, ¿cuál es mi opinión?

Mi posición respecto al tema es bastante clara y contundente, ya que soy totalmente reacia a los estudios privatizados tanto en escuelas como en universidades. Antes de nada quisiera dejar claro que en esta argumentación no voy a objetar sobre razones económicas, ya que considero que está suficientemente clara ambas diferencias económicamente hablando entre pública y privada. Las principales razones que me llevan a escoger una universidad pública antes que una privada son las que siguen: personalmente creo que pagar más dinero a alguna identidad signifique que vas a ser mejor educado, ya que la educación de cada uno depende de sus profesores y de su propia personalidad. En otras palabras, considero que los profesores de las universidades públicas están suficientemente capacitados para dejar en sus manos la formación de los futuros trabajadores. Por supuesto que en todos sitios hay excepciones, pero no me parece racional desvalorar a un profesor que, como todos, ha realizado unos estudios y ha superado unas oposiciones. Otro punto a tener en cuenta es que muchas personas creemos que los estudiantes de una privada salen con un trabajo asegurado debajo del brazo. Esto, posiblemente, sea la mayor parte de las veces verdad, ya que las universidades privadas cuentan de un gran número de contactos empresariales. Sin embargo, no por eso debemos pensar que después de estudiar en una pública no vamos ha encontrar empleo, ya que en la gran mayoría de empresas y puestos de trabajo requieren personal cualificado que haya realizado sus estudios en una pública, donde todos los alumnos parten de la misma base y no hay diferencias económicas que puedan influir en la percepción del alumno por parte del personal docente. Un punto a favor de la privada recae sobre sus instalaciones, ya que mayormente está mejor dotada de material innovador. Pero por el contrario, todo lo que hace referencia a becas, estudios al extranjero i relaciones entre otras universidades españolas está mucho mejor regulado por las universidades públicas, ya que cuentan con mayor cantidad de ayudas gubernamentales. Es cierto que en la universidad privada la atención por parte del profesorado a los alumnos está mucho más personalizada que en la pública. Esto, en parte, es positivo, ya que favorece la implicación del alumno en sus tareas y incrementa su motivación, pero por otra parte, la vida universitaria es mucho más que ir a clase cada día, y en una privada, posiblemente los alumnos se verán reducidos a esto y se estarán perdiendo muchas oportunidades magníficas de conocer mundo, gente y madurar como personas.

Básicamente por estas razones considero que estudiar en una universidad pública es de lo más recomendable y, en el caso de poseer dinero, es mucho mejor gastárselo en otra cosa que en inscribir a nuestros estudiantes en universidades privadas, de las cuáles, posiblemente, saldrán mucho menos concienciados del mundo que les rodea y de sus dificultades, con lo que se llevaran una mayor conmoción cuando tengan que salir a buscar faena por su propio pie.
Lídia Puyals Boix

miércoles, 26 de enero de 2011

Universidad pública o privada ¿Qué debo elegir?

Ya quedan pocos meses para terminar la vida de estudiante en Pobla, por ese motivo, todos más de una vez tenemos los nervios a flor de piel, entre los exámenes, el trabajo diario, la recerca y su presentación… y a eso dentro de poco tendremos que añadir la posible elección de seguir estudiando o no, que estudiar y donde estudiarlo. En este caso, debemos hablar sobre las universidades. A parte de elegir que es lo que nos gustaría seguir estudiando también deberíamos elegir donde estudiarlo, en qué ciudad y en que tipo de universidad, quizás algunos lo tengan muy claro y no se pensaran dos veces en decidir a ir a una pública, pero otros no saben que facilidades y dificultades podremos encontrar entre ir a una privada o una pública, por ese motivo debemos encontrar los más y los menos y elegir con cabeza.

Empezaré hablando sobre las universidades privadas, en mi opinión, de las que solemos tener menos información y más comentarios negativos o que nos frenan a la hora de elegirla. Ir a una universidad privada, sin incluir los gastos de vivienda o residencia, manutención y desplazamientos hacia otras ciudades, puede suponer un gran gasto, ya que los créditos son bastante más caros, pero según dicen, el precio debería merecer la pena, ya que te ofrecen tutores personales que van siguiendo tu progreso y ayudándote cuando lo necesitas, y hay mayor facilidad para entrar en el mundo laboral debido a las practicas realizadas durante los cursos en diferentes empresas. Pero no todo es bueno, no todo el mundo tiene tanto dinero para permitirse pagar una universidad así, sin repetir ningún año, ya no me imagino repitiendo, y además pagar los gastos anuales de la vida diaria.
Ir a una universidad pública tampoco es tan diferente, solo cambia el nivel de comodidad y el esfuerzo al finalizar los estudios, además las universidades públicas nos ayudan a desarrollarnos como personas ya que no tenemos tanta atención continua, y por lo tanto deberemos espabilarnos solos y arreglárnoslas para solucionar nuestros problemas. Referente al tema del trabajo, si uno se esfuerza en estudiar lo suficiente y aprovechar todas las oportunidades podrá salir adelante.

Por lo tanto, desde mi punto de vista, si una persona no puede permitirse entrar en una universidad privada, creo que ni mucho menos debería sentirse inferior por ir a una pública, porque los conocimientos que aprenderemos serán los mismo en ambos sitios y como ya he dicho, sobretodo a los que vamos a estudiar otra ciudad, ir a una pública nos ayudará a indepenzidarnos y espabilarnos con lo que podamos.

¿UNIVERSIDAD PÚBLICA O PRIVADA?

Cuando los alumnos obtienen el bachillerato y la nota suficiente en la prueba de acceso a la universidad, pueden elegir estudiar en una universidad pública o en una de privada. La elección depende siempre del poder adquisitivo de los alumnos y de sus preferencias.
En mi opinión, la universidad pública es la mejor opción, por lo tanto, creo que las universidades privadas deberían desaparecer.

En primer lugar, hay que destacar la superioridad de la universidad pública en torno a la preparación para la vida que aporta a sus estudiantes, los cuales deben luchar con uñas y dientes para licenciarse y para conseguir un aprendizaje fluido que les permita afrontar, bien preparados, la dureza del mercado laboral.
Por otra parte, la universidad pública permite acceder a todo tipo de personas, sean pobres, de clase media o de clase alta. En consecuencia, la variedad cultural de la universidad será mayor, por lo tanto, la riqueza que uno puede obtener en ella no la podrá obtener en las universidades privadas.
No debemos confundir estas virtudes con el nivel académico, ya que en muchos casos es ligeramente más alto en las universidades privadas; esta pequeña diferencia puede ser solucionada con la voluntad y la autodisciplina de los alumnos de la universidad pública, los cuales impregnados de ganas de comerse el mundo y conseguir una vida digna, son conducidos hacia un camino de lucha, disciplina y trabajo superior a los estudiantes de la privada.
Bajo mi punto de vista, la parte más negativa de las universidades privadas es: su carácter clasista y discriminatorio. Estas, basadas únicamente en enriquecerse, no permitirán nunca que las personas pobres accedan a sus servicios( muchas veces de muy buena calidad). Además, cabe reflexionar ¿qué pasaría si las universidades privadas dominaran la enseñanza en nuestro país? Seguramente, muchas personas de gran potencial quedarían excluidas, y personas de poca capacidad intelectual pero de gran poder adquisitivo conseguirían los trabajos más codiciados, así conduciendo a la sociedad hacia un periodo de deterioro intelectual.


Como todas las cosas, la universidad privada tiene sus virtudes, que se basan únicamente en la seguridad del alumno, la atención hacia los estudiantes y la comodidad de los mismos, los cuales viven unos años de estudio muy beneficiosos.
Si el sistema capitalista permitiera que todas las familias pudiesen pagar el precio de la universidad privada, esta sería la opción preferible, aportando incentivos a todos los estudiantes, fomentando la variedad social y cultural y estableciendo las bases de una sociedad totalmente desarrollada.


En conclusión, las universidades públicas son preferibles para nuestro desarrollo como personas y para fundamentar la igualdad social entre los integrantes de la sociedad. Y la universidad privada no es justa para nuestra sociedad, ya que dentro de una economía de mercado crea grandes diferencias sociales.

martes, 25 de enero de 2011

Irse de casa.



Según el diccionario, emanciparse significa: Liberar respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia.
Hace unos años, irse de casa formaba parte de un proceso rudimentario de la vida de cualquier persona, como ir al instituto o ponerse a trabajar.
Siempre llegaba un momento en que el hombre o la mujer se emancipaban, de un día pasaban a depender simplemente de ellos mismos, cómo hacía todo el mundo.
Se puede decir que ésos abuelos o padres que un día se emanciparon, lo vivieron como algo común, cosa que nos indica que tenían bastante más autonomía que nosotros.

Hoy en día en una tienda de video juegos, es más frecuente de encontrar hombres que aún viven con sus padres que niños.
Me pregunto porque a los jovenes de hoy en día les cuesta tanto emanciparse. La comida de las madres esta tan buena como la de las abuelas, además existen los “tuppers” y neveras, cosa que hace que éste hecho de la emancipacion no parezca algo tan duro como es.
Pero esta libertad tarduna o a veces, que nunca consigue llegar, no es un hecho que depende únicamente de los jóvenes, sino que es una consecuencia de nuestro sistema capitalista en si:
Hoy, encontrar un trabajo estable requiere años y años de estudios y trabajo, asi que no es tan fácil conseguir los requisitos necesarios para irse de casa.
Además, en muchas ocasiones los hijos se quedan en casa de los padres de por vida, al no poder adquirir una renda que les permita la compra o alquiler de un piso.

En nuestro caso, emanciparse es algo necesario en la mayoría de nuestros casos, ya que los estudios nos exigen desplazarnos a la ciudad.
Los padres e hijos podrían hacer una obra entera de opera al más puro estilo renacentista de éste hecho.
Se pasan el curso planificarse cómo gastar más dinero en residencias para que su niño esté cómodo y no tenga la más mínima preocupación (cosa típica de los padres de hoy en día).
Pero además, los niños asienten llamándose inutiles a sus propios seres, alegando lo difícil que es ir a comprar espárragos despues de un duro día de estudio y trabajo en la universidad, ya que pelear con las neuronas es un trabajo de expertos.
Hubo un día en que los jóvenes luchaban por su educación trabajando de día y estudiando una carrera en horario nocturno.
Pero hoy si no tenemos una “chacha” con gorrito y delantal al estilo ciento un dálmatas las cosas son muy difíciles y costosas para nosotros.
Yo tengo unas ganas locas de irme de casa y de batir el récord cocinando la ensalada más grande y con más ingredientes que una universitaria pudo comerse.

lunes, 24 de enero de 2011

EMANCIPARSE

Cuando hablamos con alguien que cursa un curso anterior a nosotros o aún más pequeño y hablamos sobre la marcha de los estudiantes de segundo de bachillerato a Lérida o a Barcelona, entre otras ciudades, nos comentan que tienen una envidia sana, con lenguaje vulgar: “tenemos mucho morro”.
A los quince años, es decir cuando tenía que estudiar cuarto de ESO, tuve la “suerte” de comprobar en primera persona que es el vivir sin tus seres queridos cerca y lejos de todo aquello que tiempo atrás había sido toda tu vida.
Desde mi punto de vista, puedo confirmar que al principio es todo muy bonito, que si haces lo que quieres, prácticamente nadie te controla, entre otras muchas cosas. Pero al cabo del tiempo todo se va poniendo en su sitio y la cruda realidad tiene una palabra: añoranza.
La añoranza es el gran problema que tenemos los jóvenes estudiantes al emanciparnos. Uno podrá hacerse el valiente y decir que está mucho mejor sólo, pero no es verdad, como en tu casa no se está en ningún sitio, como en el bar del pueblo mirando el fútbol con tus amigos no se está en ningún otro bar y como correr en el monte no se corre en ningún sitio.
El gran problema también cuál es? La pereza. En casa lo tienes todo hecho, llegas a las nueve de la noche y si no tienes la cena en casa le metes la bronca del mil a tu pobra madre, cuando lo más normal sería ayudarle a hacer la cena.
El año que viene, “se nos ha acabado el chollo”, la cena te la harás tú, te lavarás la ropa tú, plancharás, limpiarás el suelo, fregarás los platos y a la postre tendrás que estudiar. Visto desde este punto nadie quiere emanciparse no? Pero es lo que hay, si no estudiamos ahora, no lo haremos nunca más y los trenes están para cogerlos, así que el año que viene, todos los que podamos, a emanciparse se ha dicho!

Ferran Bochaca

domingo, 16 de enero de 2011

Emanciparse


“Emanciparse: Liberarse una o más personas respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia: los jóvenes quieren emanciparse. Independizarse.”
En la naturaleza humana está el don de la contradicción, queremos lo que no podemos tener y cuando lo conseguimos pierde el aliciente. Las rubias quisieran ser morenas y viceversa. Nos pasamos toda la adolescencia dramatizando sobre nuestros problemas emocionales deseando escapar del hogar como si se tratara de un melodrama o biografía de un rockero, para que cuando tengamos treinta años añoramos tanto esos tiempos en que la madre te cocinaba unos ricos canelones, te hacía la cama, te insistía en organizarte y trabajar y tu padre te llevaba a los sitios con el coche. Pero la vida es un conjunto de etapas, como en un decatlón. Y en los dieciocho, te despides aliviado pero triste de esos años letárgicos de inocencia e irresponsabilidad, porque por fin ya eres mayor de edad.


La vida a diferencia de las carreras de fondo, el que gana no es el primero que lo quema todo, sino esos que consiguen llegar a la meta tarde o temprano disfrutando cada paso. Emanciparse forma parte de esta gran carrera, es una etapa que te exige madurez y organización para superarla. Buscar ese equilibrio, ceder y recoger, sobretodo cuando compartes tu intimidad y territorio con otros individuos. ¿Ventajas e inconvenientes? Infinidad y dependientes de la persona. Aunque los primeros años todo es una novedad, (principalmente para esos pueblerinos que emigran a la ciudad) hacer la compra, la limpieza, estudiar y/o trabajar, intentar divertirte como un universitario, etc, la ayuda de los padres, que siempre están allí, es extremadamente necesaria. Más bien dicho, ayuda económica. Una vez financiada la expedición a Barcelona, Lérida, Tarragona, Madrid o “Donde sea”, preparas el equipaje, una gran maleta llena de recuerdos de tu más tierna infancia, y te situas en el mapa. Observas un nuevo ambiente: la Universidad. Nada parecido a los pasillos y clases del instituto, principalmente porque eres un número más y tu objetivo es cambiar eso, resaltar para buscarte un buen porvenir. Y cuando llegas al nuevo hogar (residencia, piso alquilado o de familiares) cansado de pelear con tus neuronas y el duro mundo de la selección natural, tienes que cumplir las tareas domésticas y respetar a los nuevos compañeros de piso (sea Annibal Lecter o Mary Poppins). Ya no podrás ser el pequeño y querido tirano de casa, que se discute por el canal de televisión o por no comer pizza cada día, y acostumbra a ganar. Ahora tu eres responsable si sales entre semana (esto significa saltarte las primeras horas del día siguiente), de tus hábitos buenos y malos (nuevos vicios y poco tiempo por hacer deporte), de si gastas demasiado (te continua gustando ir de compras o jugar a videojuegos), de tu comportamiento con los demás (llamar de vez en cuando a la abuela), tener o no telarañas en el frigorífico (que desemboca en un gran conocimiento de la cocción y gusto de las arañas y otros artrópodos, incluso de lograr tener el baño limpio y brillante ( y si hay chicos en el piso, tener la tapa bajada del retrete).


Una vez consigues estabilizarte, encuentras ese ideal equilibrio y vas creciendo como humano, vas viendo como una evidencia recompensar y agradecer toda esa gran inversión que han hecho tus padres por ti y aprender de su ejemplo para aplicarlo en tus proyectos de futuro. Y luego, llegada la calma, entraremos en la siguiente etapa aún más compleja, otra vez a la aventura de ir viviendo.

jueves, 13 de enero de 2011

Emanciparse

En el momento dado en que un adolescente llega a la edad de diecisiete o dieciocho años empieza a manifestar un cierto interés por independizarse y de esta manera marcharse de su hogar para ir a vivir fuera, normalmente a una ciudad lejana.

Emanciparse es un cambio duro y difícil al principio, pero termina siendo una experiencia muy positiva. Hoy en día vivir junto a nuestros padres en la mayoría de los casos representa tener muchas comodidades, ellos nos preparan la comida, nos lavan la ropa, hacen la limpieza, etc. En el momento en que un adolescente deja de vivir con sus padres tiene la responsabilidad de llevar a cabo dichas tareas, siempre necesarias para poder vivir en buenas condiciones y convertirse en una persona ordenada.
Marcharse a otra localidad también incluye conocer personas y entablar nuevas amistades.

Pero como todo, emanciparse tiene una parte negativa. Sobretodo en los primeros meses se echa de menos a personas cercanas, así como familiares y amigos. También se echa de menos muchos aspectos del pueblo donde has vivido siempre, los lugares que te hacían sentir mejor y donde pasaste muchos momentos entrañables, su tranquilidad, etc.
También es dificultoso encontrar un nuevo espacio en el que te sientas a gusto y puedas ejecutar cualquier actividad, ya sea hacer un trabajo o leer un libro con total tranquilidad como hacías antes en el hogar de siempre.

En conclusión, creo que emanciparse es una experiencia muy positiva, ya que te convierte en una persona autosuficiente y ordenada, aunque hay que acostumbrarse una serie de dificultades que desde mi punto de vista con el paso del tiempo se superan.

miércoles, 12 de enero de 2011

EMANCIPARSE

Todos los mamíferos, se independizan de sus padres ( normalmente de sus respectivas madres) cuando estos ya están preparados para sobrevivir por si solos. Los seres humanos no somos una excepción ya que cuando llegamos a la edad adulta debemos valernos por nosotros mismos, intentando ser útiles y vivir felizmente, sin la ayuda de nuestros progenitores.
En la edad de 18 años, los adolescentes manifiestan un gran interés en vivir lejos de los padres, asumiendo las responsabilidades que conlleva vivir solos o con gente de su edad.

18 años, ¡suena la alarma! Los adolescentes protegidos que viven como en un sueño, deben asumir nuevas responsabilidades y encontrarse con al dureza de la ciudad y de la vida.

El cambio de vida es por un lado muy positivo porque se aprende a adaptarse a la dureza del mundo laboral y de la formación de más alto nivel, es decir, que uno recoge únicamente lo que siembra, ya no se consigue nada sin trabajar duramente.
Hay que decir también, que uno mejora como persona, aprendiendo nuevos valores como la cocina, la autogestión de los propios recursos y la planificación individual del trabajo y del aprendizaje. Otros valores sociales necesarios, como las relaciones con nuevas personas, se aprenden gracias a la autonomía que garantiza la emancipación de la familia; valores muy importantes ya que la soledad, la falta de cariño de la familia, la perdida de muchos amigos, son presentes en la nueva vida.
Hay que decir, que quien ha emancipado renace volviéndose una persona autosuficiente y útil para una sociedad cuya exigencia afecta claramente a todo el mundo.

Por otro lado, abandonar el pueblo se hace muy duro ya que la tranquilidad, la cercanía con los habitantes que siempre nos pueden ayudar, se pierde en la ciudad, así pues, el individualismo característico de la sociedad de mercado se vuelve cada vez más grande, llevándonos hacia la perdida de los valores sociales más importantes, como la amistad, la solidaridad, etc. Entonces, la organización del trabajo se convierte en algo fundamental para nosotros ya que de ella dependen las horas que dedicaremos a desarrollar nuestro nivel social, cosa básica para conseguir la felicidad, ya que esta se forma a base de elementos no materiales, es decir, que se desarrolla a partir de una buena vida social.

En conclusión, pienso que es muy importante emancipar de la familia para conseguir los valores necesarios para ser útiles en nuestra sociedad, una sociedad que nos empuja hacia un individualismo el qual debe ser rechazado para poder ser felices. Debemos irnos de nuestros nidos para mejorar como personas, pero sin descuidar muchos valores que aprendemos al lado de nuestros seres queridos.

EMANCIPARSE

Emanciparse, liberarse una o más personas respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia. Esa seria una de las definiciones que podríamos encontrar en un diccionario.

En el caso que queremos tratar en esta argumentación, nos referimos a la liberación de un joven del poder de decidir y de dar órdenes de los padres, irse a vivir a otro lugar, ya sea una calle más abajo o unos 2oo kilómetros más lejos. A veces la emancipación la pintan muy dura y muchas personas prefieren quedarse a vivir protegidos y mantenidos por sus padres, todo depende de la situación y del carácter de la persona.
Para nosotros, los adolescentes de la Pobla, que queramos ir a estudiar a Lérida, Barcelona o otra gran ciudad, será un gran cambio, ya que pasaremos de un pequeño pueblo del cual nos conocemos todas las calles y rincones más escondidos, a una ciudad mucho más grande con mil y una calles i mucho más extensa en la que al principio prácticamente no conoceremos a nadie.
Muchos adolescentes esperan con gran impaciencia este gran cambio, alejarse de los cuidados de los padres e ir a conocer otro sitio diferente en el que podrán hacer “siempre” lo que quieran, donde quieran y cuando quieran.

En mi opinión, y sin haber pasado por esto aún, creo que emanciparse no es una cosa tan simple, bonita y fácil, sobre todo si uno debe estudiar o trabajar la mayoría de la semana. Ya que consiste en ir a vivir solo a otro sitio diferente a tu residencia habitual i por tanto, eso conlleva ocuparte del piso, casa o apartamiento, como es hacer la colada, preparar tu propia comida, limpiar de vez en cuando, mantenerlo todo ordenado, lavar los platos, planchar, etcétera, además de las tareas diarias como es ir a las clases, estudiar, relaciones personales y hobbies propios. Si cuando estamos decididos ha hacer este paso todavía somos un poco alocados o despreocupados, dudo que duremos mucho en esta situación.

Por lo tanto, debemos tomarnos este paso en serio y estar preparados para hacer todas las tareas, así que nos tocará aprenderlas antes de irnos de casa, además de volvernos un poco organizados con el tiempo para poder hacer todo lo que queramos o debamos hacer en nuestro tiempo libre. Parece un poco desanimante esta situación y al principio puede que nos asuste un poco, pero también sabemos del cierto que podremos tener momentos para nosotros mismos sin que nadie nos diga que hacer y nos pregunte a todas horas donde vamos, y personalmente, eso es algo que se agradecerá mucho.

lunes, 10 de enero de 2011

Emanciparse

A medida que se acerca la esperada edad de los dieciocho, nuestra mente empieza a plantearse situaciones bastante más decisivas que en años anteriores. Ir a la Universidad, sobretodo por los estudiantes que vivimos en pequeños pueblos alejados y que consecuentemente requerimos de un largo desplazamiento para llegar y, por lo tanto, debemos tomar la decisión casi obligada de instalarnos en una ciudad distinta alejada de las comodidades que gozábamos hasta ahora, ya es un paso importante. Algunos empiezan ha hacerse la cama por primera vez, otros aprenden a cocinar, a distribuir mejor el tiempo, a convivir (a veces) con otros estudiantes, ha decidir por nosotros mismos, ha comprar nuestra propia comida, a movernos por la ciudad independientemente… Sin embargo, aún seguimos contando con una gran ayuda: el dinero de los padres. ¡Y que suerte que tenemos! Seguramente muchos ya habríamos abandonado los estudios (o quizás ni los hubiéramos empezado) si no fuera por la ayuda económica que nos aportan nuestros familiares más cercanos.
Pero bien sabemos que no toda la vida podremos continuar gozando de este privilegio, ya que nuestros padres también tendrán sus necesidades y pronto seremos nosotros los que tengamos que cuidar de ellos y no al revés, y poco a poco tendremos que ir independizándonos, sobretodo económicamente. Es decir, tendremos que emanciparnos.
Emanciparse. Muchos creen que en los tiempos que corren esto es un verdadero suicidio. De hecho, es habitual ver foros y páginas web con los títulos “cómo emanciparse sin morir en el intento” en negrita i subrayados. Por supuesto, emanciparse tiene sus “pros”: te liberas por completo de los reproches de los padres cuando haces algo mal, de dar explicaciones cada vez que sales de casa o llegas de algún sitio, de pedir permiso para salir, de oír gritos cada mañana cuando te levantas, de encontrar-te ropa sucia de tu hermano en el lavabo, de la intransigencia de tus padres, de quedar-te sin agua caliente en la ducha porque antes ya han pasado tres delante de ti, de comer-te todo aquello que te pongan en el plato sin cuestionarte en ningún momento si te gusta o no, del régimen dictatorial en que te hacen vivir… Emancipado, ya nunca más tendrás que devorarte los sesos intentando inventar alguna excusa que te exculpe ni pelear con tu hermana para ver quién pone su programa favorito.
Pero no todo pueden ser beneficios… El emancipado, tiene que tener claro que ahora es él quien debe controlar la economía, con lo que todo esto requiere: pagar el alquiler del piso, los recibos de la luz, el consumo del agua, hacer las compras necesarias, mantener llena la nevera, tener los productos necesarios en la casa (como detergentes, pasta de dientes, toallas…)…También debe de organizar muy bien su tiempo para que pueda ir a trabajar, estudiar si se desea, tener tiempo libre para los amigos y a la vez que aún queden algunos minutos para elaborar la comida, ya que se terminó el lujo de llegar a casa y encontrar la cena encima de la mesa.
En mi opinión, emanciparse es un acto que requiere mucha madurez, ya que es muy complicado. Está claro que algún que otro día a todos nos llegará el momento de independizarse, por lo tanto, debemos de ir madurando como personas, implicándonos cada vez más en la tareas del hogar, ayudar a nuestros padres en casa y prestar mucha atención a todas aquellas faenas que realizan (poner la lavadora, planchar, cocinar, ir a comprar, limpiar la casa…) para que cuando este momento llegue, estemos suficientemente preparados para emprender esta nueva experiencia, que no dudo de que puede ser muy hermosa (y así espero que sea), pero a la vez, si no eres prudente y te lo tomas todo a la ligera, puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla.
Lídia Puyals i Boix