domingo, 2 de marzo de 2008

El túnel


El abuelo de mi madre le contaba un cuento cuando ella era pequeña, que también mi madre me lo contaba a mí de niña.
Era la historia de una princesa que había sido raptada por una bruja y su padre, el rey, desesperado, llamó a todos los caballeros del reino, para que fueran en su búsqueda. Para llegar a la princesa tenían que bajar por un túnel, donde pasaban por mil dificultades. Al cabo de un mes todos habían fracasado. El rey decepcionado, pensaba que ya no vería más a su hija, cuando le anunciaron que había llegado un nuevo participante para buscar a su hija. El rey fue enseguida a verlo, y quedó decepcionado al ver que solo era un muchacho que no llevaba una elegante armadura, ni pajes a su servicio. El chico era hijo del herrero y había trabajado junto su padre en las herrerías del reino y solo había visto de lejos a la princesa pero fue suficiente para enamorarse de ella. Le dijo al rey que la traería de vuelta y sin más se marchó.
Al llegar a la entrada del túnel, solo llevaba la crema de su abuela, la capa que le tejió su madrina y la espada que le fabricó su padre, se ató una cuerda a la cintura y empezó a descender por él. A medida de que iba bajando la oscuridad lo envolvía, llegó un momento que no veía nada, solo podía sentir el silencio, pero esto no le impidió seguir avanzando, luego empezó a sentir frío, un frío intenso que congelaba su aliento, se puso la capa de su madrina y siguió bajando, al cabo de varios metros empezó a hacer calor, hasta llegar a ser sofocante, se le ampollaban las manos pero gracias a la crema de su abuela pudo seguir bajando por el túnel, luego salían de las paredes unas plantas enredaderas, que le sujetaban las manos y las piernas, pero gracias a la espada de su padre las cortó y siguió avanzando, hasta el final del túnel que desembocaba en una gran caverna. En ella había una viejecita, que estaba tejiendo cestas con ramas secas, al ver al joven le dijo: eres el primero en llegar, debes de tener una gran fuerza de voluntad. El joven vio las manos agrietadas y con sangre de la viejecita, y le dio la crema de su abuela para que se curara, también le dio la capa de su madrina ya que en la cueva había mucha humedad y hacía mucho frío. Y le pregunto a la anciana, cuál era el camino para llegar a la princesa, ya que en la caverna había dos túneles para ir. La anciana le dijo que no podía indicarle el camino,” solo te diré que las cosas en la vida se logran con esfuerzo”.
El joven vio las dos entradas de los dos túneles, una era amplia con antorchas que iluminaban el camino y una alfombra de ramas verdes en el suelo, la otra entrada era angosta y baja, tenia que arrastrarse para poder pasar. El muchacho, se decidió por esta última. Después de arrastrarse por el túnel por cientos de metros, llegó en una gran cueva dónde el camino seguía por un estrecho paso en la pared de la caverna, que si se caía se mataba, e iba a parar en un río de lava. Al finalizar este caminito, el túnel, seguía por un río subterráneo de aguas heladas, que acababa en una suave playa, donde por fin el joven encontró a la princesa, y pudo rescatarla. Cuando llegó a la primera caverna donde estaba la viejecita, se la encontraron tejiendo sus cestas, le preguntaron si el camino por el otro túnel quizás hubiese sido más fácil, y la anciana le contesto que iba directo a la boca del dragón.
Como todos los cuentos el chico se casó con la princesa y vivieron felices y comieron perdices.
Al cabo de los años me di cuenta que lo que mi bisabuelo quería decir a mi madre y después mi madre a mí, que en la vida hay que luchar por lo que uno quiere, nunca desanimarse por más difícil que sea el camino y que tu familia siempre estará contigo.

1 comentario:

Teresa dijo...

Yanina:
Has hecho un cuento fantástico sin dejarte ningún elemento, incluso tiene moraleja final.