sábado, 23 de enero de 2010

Somos demasiado cobardes

¿Está usted preparado para el tacto rectal? Vaya bajándose usted los pantalones, que la llegada de los guantes de látex a los aeropuertos es inminente. Desde luego, es mucho más barato y rápido que los escáneres corporales. Bromas a parte, puede que esta situación sea más cercana a la realidad de lo que parece, prueba de ello es la facilidad con la que han entrado en funcionamiento los escáneres corporales. Estos artilugios del demonio, los cuales piensa Estados Unidos tener instalados en 450 aeropuertos para finales de 2010,
son una especie de radiografía en blanco y negro que muestra a través de un monitor cualquier objeto que pueda resultar peligroso. Es una pena que tu cuerpo también sea fisgado. Como un apunte, y frente a algunas opiniones que circulan por la red, debo decir que me niego a aceptar que sea el mismo tipo de violación de la intimidad que el sufrido cuando nos gravan cámaras de vigilancia o las fuerzas del orden rebuscan en nuestros historiales. No obstante, más allá del derecho a la privacidad, parece no haber levantado tanto revuelo el hecho de que no esté demostrada su inocuidad.
Es más, debemos hacer un paso más en esta argumentación. Hasta ahora, los controles en los aeropuertos nos parecían a la gran mayoría, es decir a mí y a otras entidades pensantes del planeta (me tomo el derecho de excluir a Belén Esteban y su chusma de este grupo), adecuadas y necesarias para afrontar una actividad terrorista cada vez más agresiva y bien organizada. Sin embargo, una vez la protección frente a una posible pero estadísticamente poco probable muerte en ataque terrorista, pasa por “hipotecar mi salud y la de mis hijos” (como dijo un activista anti nucleares), estas medidas ya no me parecen acertadas.
Principalmente, porque todas estas acciones actúan como parches, y una vez que el parche puede ser perjudicial, cuando es peor el remedio que la enfermedad, se hace necesario actuar en la raíz del problema, en el quid de la cuestión, por muy fuertes y trascendentales que fueran los motivos que nos llevaran a no hacerlo de buenas a primeras, que nos condujeron a usar “recosidos”, en vez de cambiar toda la prenda. En este caso, la prenda representa nuestro planeta, y cuando la explotación occidental sobre los países subdesarrollados causa hambrunas, atentados, muertes y conflictos, la prenda se raja, se resquebraja, se agrieta. Nosotros, en vez de darles lar herramientas para recuperarse, la cual cosa haría peligrar nuestro despilfarrante ritmo de vida, en vez de establecer entre todos una nueva prenda intacta y más fuerte que la anterior, ponemos parches, recosidos, remiendos puestos de cualquier forma: enviamos ayuda humanitaria, creamos ONG, y fingimos preocuparnos por su situación, mientras estamos en el salón de nuestra casa leyendo este artículo, escribiéndolo, o fingiendo no haberlo leyendo para no tener que tomar cartas en el asunto.
¿No nos damos cuenta que los parches no sirven? Porque cuando para viajar en avión con seguridad tengamos que ir sedados y atados durante el trayecto, ¿que creéis, que los terroristas no cambiaran su punto de mira hacia los bancos, los autobuses o los centros comerciales?
Porque estos individuos, lejos de ser “subnormales profundos” fanáticos y sin escrúpulos cómo los occidentales queremos creer, son personas, la gran mayoría como nosotros, muchos tenían un trabajo y una familia. Pero por nuestra culpa, por el expolió de recursos, las guerras, las matanzas y el ahogamiento económico al que los tenemos sometidos, después de perder a los hijos, a un abuelo, a los padres, o a todos a la vez, se ven abocados al terrorismo. ¿Acaso tienen otra salida? ¿Que se puede hacer, si después de vivir en la miseria, de morir-se de hambre mientras otros comen tres veces al día y no lo valoran, después, encima, pierden a sus seres queridos por estúpidas disputas por el control del territorio y los recursos? ¿ Que haríamos nosotros? Si claro, además de todos estos motivos debemos añadir el fanatismo agravado por su religión y sus retrogradas leyes, tradiciones y costumbres. ¿Pero es que aquí no somos fanáticos? ¿Que se puede acercar más al fanatismo que “morir por tu país” como los marines estadounidenses? Sin ir más lejos, no podemos encontrar una ejemplo más adecuado de fanatismo que los nacionalismos aparecidos en occidente.
¿O es que los ciudadanos serbios y bosnios no vivían juntos en tranquilidad hasta que alguien decidió, despertarles la “consciencia nacional”?¿Acaso no son fanáticos los españoles que aún repiten: “España, una, grande y libre” o los que tararean sin ni siquiera ser conscientes de su absurdidad: “Visca els Països Catalans lliures i independents”?¿y que me decís de los católicos que afirman que el matrimonio homosexual pone en peligro la familia tradicional?¿y los hinchas de los clubes de fútbol que emprenden batallas campales?¿Acaso no están más locos los que pueden llegar a agredir, ultrajar, injuriar, mentir o engañar para imponer su voluntad, ya sea por diferencias religiosas, étnicas o sociales que los que matan después de haberlo perdido todo? Esta bien, ellos son perturbados, pero nosotros somos desequilibrados. Si ellos están locos, nosotros chalados. Porque sí, ellos están siendo manipulados, pero es que entonces, nosotros, nuestra vida, es una farsa.
Aunque el hilo de la argumentación se ha ido alejando de los aeropuertos, el asunto lo permitía, pues es un tema que lo abarca todo. Como conclusión, debería decir que prefiero que me vuelen la cabeza o me hagan explotar junto a u avión antes que soportar un segundo más esta pesada carga de consciencia. Sin embargo, soy demasiado cobarde. Somos demasiado cobardes. Y tu?

1 comentario:

Teresa dijo...

Bien, Gerard:
Hay alguna falta (como en "gravan" que va con "b" y alguna otra que parece error tipográfico más que otra cosa)y en algún momento las construcciones sintácticas se hacen tan complejas, con subordinadas intercaladas,e introduciendo nuevas ideas en medio de otras, que confunde un poco. Creo que esto tiene que ver con cierto pecadillo tuyo que ya te he apuntado alguna vez: la tendencia a hacerte un poco retórico. Parece que te dejas llevar por la palabra y te excedes en ejemplos, preguntas y explicaciones que embellecen el texto pero que ¿diluyen un poco el mensaje? No sé, igual es una falsa impresión mía pero, si no me equivoco debes vigilar para contenerte un poco y no acabar siendo esclavo de la forma.