domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Tiene sentido ser supersticioso hoy en día?

Cantidad de supersticiones abundan en nuestra vida diaria, tanto supersticiones destinadas a la buena suerte (pisar un excremento, encontrar un trébol de cuatro hojas, el número siete...) como al desastre (romper un espejo, el número trece, pasar por debajo una escalera abierta...).
Dichas supersticiones, entre infinidad de otras, conceden a la suerte y al infortunio una propiedad casi mágica, inherente a las aptitudes humanas.
Para ser más explícitos se podrían relacionar estas supersticiones con unas leyes sobrenaturales, bajo el mando de una divinidad.

Con lo hasta aquí comentado quiero decir que no creo que hoy en día las supersticiones tengan ningún sentido.
Una de las primeras razones, muy ligada a la más que probable ausencia de divinidades, es la relación causa consecuencia.
Según estas creencias encontrar un trébol de cuatro hojas va directamente ligado a una suerte segura, así como ser martes y trece tiene la connotación de un día malo, horrible.
Volviendo a la relación causa consecuencia y relacionándolo con el trébol y martes y trece se puede decir que ninguna de estas causas implica ningún tipo de consecuencia sobre la suerte o la ausencia de ella, ya que la única consecuencia es la pérdida de un ser vivo y el paso del tiempo.
Otra razón para no creer en supersticiones es la carencia de argumentos a favor de estas, que a pesar de parecer muy claras, llegan al punto del ridículo (como la suerte de pisar un excremento).
Por otro lado la ciencia, método de investigación más fiable hasta el momento, no ha conseguido tampoco dar explicación a ninguna de dichas creencias, y creo que nunca lo conseguirá.
A pesar de esto, y aunque no lo parezca, todo el mundo se deja influir por estas supersticiones, que afectan más de lo que uno piensa en nuestra vida real y yo creo que no deberían.
Lo que ocurre con estos convencimientos es que la gente se ve influida por la connotación que tienen, a pesar de que ellos estén totalmente convencidos de que no les va a aportar nada ni de bueno ni de malo.
Un ejemplo claro de esta influencia se puede apreciar cuando una persona encuentra un trébol de cuatro hojas. A pesar de ser, como en mi caso, contrario a estas supersticiones, uno recoge el trébol y espera que éste le traiga suerte.
Lo peor de este comportamiento no es el hecho de recogerlo, sino el hecho de después atribuirle cualquier pequeña suerte a su encuentro. Con esto quiero decir que la gente cuando se encuentra frente a una superstición se pone del punto de vista de ésta y de esta forma le atribuye cualquier suerte o infortunio.
Creo que esto último es muy fácil de apreciar, y es una de las razones más claras de lo supersticiosas que somos las personas aún contra nuestra voluntad.

Es por todo lo expuesto arriba que creo que hoy en día no tiene sentido ser supersticioso ya que ni la ciencia ni los hechos lo prueban y solo creo que sirven para excusarse de posibles conductas, falta de aptitudes por parte de las personas y en general justificación a todos los problemas.

1 comentario:

Teresa dijo...

Tu razonamiento queda bien claro excepto cuando afirmas que "a la suerte y al infortunio, las supersticiones conceden una propiedad casi mágica, inherente a las aptitudes humanas.". En esta afirmación no he entendido nada.
El resto me parece un buen trabajo.