sábado, 14 de noviembre de 2009

Me lo tomo con filosofía

¿Porque los gatos negros se relacionan con el hado? ¿Porque no podemos cruzar una escalera abierta, o apoyada contra una pared? ¿Porque está mal visto derramar la sal? ¿Porque nos aterra el número trece? ¿Porque en castellano se toca madera, y en catalán, tradicionalmente, se toca hierro para protegerse de los males y los infortunios de la vida?¿Porque el novio no puede ver a la novia vestida de blanco (o negro) antes de casar-se? Todas estas supersticiones son creencias de que los individuos pueden alterar el destino o la suerte propia, o la de otras personas. La mayoría guardan relación con un Dios todopoderoso, a la existencia del cual, por no haberse decidido a hacer acto de presencia, se le concede el beneficio de la duda.
No voy a entrar en discusiones filosóficas sobre la predestinación o el libre albedrío, es decir, no deseo discernir sobre la existencia del destino y del futuro preestablecido por fuerzas superiores a nosotros, ya que eso se viene haciendo desde el nacimiento del pensamiento racional humano y todavía no se ha llegado a ninguna prueba concluyente. No obstante, si pretendo falsear estas creencias que carecen de fundamento científico, ya que en pleno siglo veintiuno, mantener cualquier tipo de argumento sobre la realidad sin basarse en la ciencia es considerado insultante para nuestra avanzada civilización.
Mi principal argumento será, por tanto, su origen místico alejado de la realidad tangible y física. Por ejemplo, pasar debajo de una escalera trae mala suerte porque se relaciona con atentar contra el dogma de la trinidad cristiana, ya que la escalera forma un triangulo (representación de la Trinidad) con el suelo, además de ser considerada una puerta al mundo de los espíritus. No obstante, eso no se sostiene por ningún lado, ya que las puertas a otros mundos y los dogmas católicos sin inconcebibles desde un punto físico, y poco probables basándonos en las argumentaciones racionales.
También creemos que derramar sal trae mala suerte. El origen de este miedo parece ser, otra vez, divino, pero realmente, proviene de la mitificación que en la época de los romanos se genero alrededor de la sal. Una creencia popular decía que después de que el Imperio Romano conquistara Cartago, este territorio quedo totalmente destruido por el efecto misterioso de la sal derramada por los soldados en los campos. Lo que no se sabia en esa época, es que la sal dejaba infértiles los campos debido a los problemas que el exceso de sales minerales causan en el crecimiento de las plantas, y no debido a razones divinas. Además, la sal era un popular medio de pago en la antigüedad, de ahí proviene salario, por lo que derramar-la era considerado un desprecio hacia el dinero.
Otro fuerte argumento me llegó, precisamente, de la iglesia católica. Hace unos días, en un monasterio nos explicó un guía como los personajes con intenciones oscuras y malvadas se identifican en los retablos e imágenes de las iglesias: se sientan todos con las piernas cruzadas. De ahí nació el gesto de cruzar los dedos para pedir suerte. Los cristianos lo copiaron de tradiciones ancestrales, ya que desde muy antiguo existía la creencia de se evitaba así la mala suerte, quizás por la antigua convicción de que en la intersección de dos líneas o caminos quedaba atrapada la suerte y decidido el futuro, dependiendo de qué camino se tomara o de qué alternativa se eligiese y de la fortuna con que se contara en tal elección. Otra alusión al destino.
El ejemplo funciona muy bien para afirmar que todas las supersticiones actuales provienen de antiguas creencias, y en ningún caso, del establecimiento de leyes a partir de la repetición de hechos. Es decir, actualmente, un amplio sector de la sociedad cree que estas supersticiones son ciertas ya que en su vida cotidiana comprueba que después de que suceda un acto de mal fario, aparecen sus consecuencias.
Llegado este punto, es necesario comparar-lo con la ley de Mourphy, principio iniciado por el científico Edward Aloysius Murphy durante un experimento para las fuerzas armadas de EEUU. Todos conocemos la frase central de esta serie de leyes: “Si algo puede salir mal, saldrá mal... y en el peor momento posible.” Sus versiones y ampliaciones, como la de la tostada untada de mermelada, nos dejan claro que como más se piensa en que te pasará algo malo, más se fija uno cuando le pasa. Es decir, es el principio de la enfatización de lo negativo: nos fijamos más cuando la tostada cae del lado del que está untada porque provoca un desastre en el suelo, que se deberá limpiar, en cambio, cada vez que la tostada cae del lado no untado no nos fijamos porque no acarrea consecuencias. Cada vez que nos parece que un fenómeno relacionado con una superstición se repite, es porque estamos más atentos y mas receptivos frente a lo que nos sucede.
Científicamente, las tostadas tienen más probabilidad de caer del lado untado por cuestiones meramente físicas, ya que por la altura de la mesa, cuando una tostada cae tiene tiempo para dar media vuelta, pero no entera. De todas formas, hay tantos factores físicos que condicionan este fenómeno, de la misma forma que lo hacen sobre todos los fenómenos supersticiosos, que establecer una norma es absurdo, porque las acciones que suceden en la realidad no son uniformes, cada suceso es diferente.
Pero de la misma forma que las leyes de Mourphy son populares por el gran número de extensiones humorísticas que se han hecho de ellas («La probabilidad de que una rebanada de pan untada de mantequilla caiga con el lado de la mantequilla hacia abajo, es proporcional al precio de la alfombra» o “La urgencia de orinar es directamente proporcional a la distancia al inodoro”), deberíamos tomarnos las supersticiones como un mero divertimiento.
No obstante, y ya para acabar, las supersticiones forman parte de la lengua y la cultura de los pueblos, de la misma forma que lo son las tradiciones y las fiestas nacionales, y por tanto, deben ser conservadas y recordadas, no como un mecanismo de distraer al pueblo, sino como una creencia transmitida y transformada de generación en generación, a la que se le debe dar importancia (que no credibilidad).
En conclusión, el hecho que más guía nuestro destino hacia la adversidad, es creer que el destino existe y preocuparse por ello.

3 comentarios:

Teresa dijo...

O sea que, aunque no querías discutir sobre la existencia del destino, al final tomas partido.
Por cierto que he encontrado un error en tu texto: casarse no lleva guión (y no es el título de ninguna comedia americana)
En fin, ¡felicidades!, casi casi te superas a ti mismo.

ardi dijo...

Alonso, lo que as dicho de que la tostada solo tiene tiempo de dar media buelta puede ser cirto, pero por mucho que tuviera tiempo de dar la vuelta entera no lo haria, ya que el lado de la mantequilla pesa mas que el otro, y por tanto siempre tiene tendencia a caer por ese lado.

Gerard dijo...

No sé si es el mejor sitio para discutir cuestiones físicas, pero allá voy.
De momento, no tengo el doctorado en física, pero me he informado bastante acerca de la tostada "murphyanna". Lo que tu dices no es del todo cierto, porque al pesar más un lado debido a la mantequilla, la tostada al caer realizará el mismo efecto que una hoja de árbol cuando tiene un poco de agua en su centro, y va cayendo realizando planeos, como una hoja de papel, cayendo más veces con la mantequilla hacia arriba.
De todas formas, hay gran cantidad de factores que influyen en que la tostada caiga de un lado o del otro: la cantidad de mermelada usada, la forma y porosidad de la tostada, el rozamiento con el aire y sobre todo el ángulo de caída.
Por tanto, si cae por el lado de la mantequilla es por que solemos prestar más atención a las situaciones desastrosas que a las situaciones que no acarrean consecuencias.