jueves, 9 de diciembre de 2010

Consumo en navidad


Luces, dulces, villancicos, juguetes y fiesta, es todo lo que nos recuerda el fin de año. Los colores verde y rojo invaden las calles, y las familias se reúnen para celebrar una festividad que, sin importar las creencias religiosas, representa la felicidad, la unidad y el amor. Palabras muy bellas para una actividad que implica algo más que valores morales.

La navidad es la época en la que más se gasta en comida, adornos y regalos de toda clase, con tal de impresionar a las personas próximas. Las ofertas, la llamativa publicidad y las interminables colas en las cajas de las tiendas y almacenes cambian radicalmente el paisaje y rompen con la monotonía. Ahora, cuando los pagos adicionales de fin de año llenan los bolsillos y el embriagante espíritu navideño se aviva, es cuando salta al aire el consumismo impulsivo que tanto ha caracterizado a nuestra sociedad.

Sin embargo, la crisis sigue presente y se ha hecho notar; un ejemplo serían los recortes a los presupuestos para alumbrados navideños, algunas ciudades han llegado a reducir en un 30% su gasto energético dirigido a este fin y esto hablando solo del sector público, porque todavía nos falta por ver cuánto decaen las ventas decembrinas con respecto a años anteriores. Aun así, cientos de miles de personas salen a las calles para gastar su dinero en objetos “indispensables” para la festividad, sin darse cuenta que han caído, una vez más, en el persuasivo juego de las empresas medianas y las multinacionales. Es irónico hablar de los valores de la navidad cuando nos encontramos con grandes contrastes como los que vivimos hoy en día. Mientras en las grandes potencias como Alemania, Francia y Estados Unidos se gastan aproximadamente unos 850-980 Euros de media, miles de personas mueren de hambre en Asia, África y Sudamérica.

Algo está claro y es que la navidad ya no significa lo que originalmente intentaba representar, valores como el amor, la confianza y la humildad, encarnados por el nacimiento de un débil niño a las afueras de Belén, se han visto sumergidos dentro de intereses vacíos, consumismo compulsivo y una avalancha de productos y despilfarros que quedarían insuficientemente descritos como caprichosos, desechables e inservibles.

Andrés Restrepo Arango

1 comentario:

Teresa dijo...

¡Buen trabajo!. Por comentarte algo, cuida el abuso de adjetivos o adverbios que de tan utilizados casi están desgastados: "cambián RADICALMENTE", "colas INTERMINABLES"...