lunes, 10 de enero de 2011

Emanciparse

A medida que se acerca la esperada edad de los dieciocho, nuestra mente empieza a plantearse situaciones bastante más decisivas que en años anteriores. Ir a la Universidad, sobretodo por los estudiantes que vivimos en pequeños pueblos alejados y que consecuentemente requerimos de un largo desplazamiento para llegar y, por lo tanto, debemos tomar la decisión casi obligada de instalarnos en una ciudad distinta alejada de las comodidades que gozábamos hasta ahora, ya es un paso importante. Algunos empiezan ha hacerse la cama por primera vez, otros aprenden a cocinar, a distribuir mejor el tiempo, a convivir (a veces) con otros estudiantes, ha decidir por nosotros mismos, ha comprar nuestra propia comida, a movernos por la ciudad independientemente… Sin embargo, aún seguimos contando con una gran ayuda: el dinero de los padres. ¡Y que suerte que tenemos! Seguramente muchos ya habríamos abandonado los estudios (o quizás ni los hubiéramos empezado) si no fuera por la ayuda económica que nos aportan nuestros familiares más cercanos.
Pero bien sabemos que no toda la vida podremos continuar gozando de este privilegio, ya que nuestros padres también tendrán sus necesidades y pronto seremos nosotros los que tengamos que cuidar de ellos y no al revés, y poco a poco tendremos que ir independizándonos, sobretodo económicamente. Es decir, tendremos que emanciparnos.
Emanciparse. Muchos creen que en los tiempos que corren esto es un verdadero suicidio. De hecho, es habitual ver foros y páginas web con los títulos “cómo emanciparse sin morir en el intento” en negrita i subrayados. Por supuesto, emanciparse tiene sus “pros”: te liberas por completo de los reproches de los padres cuando haces algo mal, de dar explicaciones cada vez que sales de casa o llegas de algún sitio, de pedir permiso para salir, de oír gritos cada mañana cuando te levantas, de encontrar-te ropa sucia de tu hermano en el lavabo, de la intransigencia de tus padres, de quedar-te sin agua caliente en la ducha porque antes ya han pasado tres delante de ti, de comer-te todo aquello que te pongan en el plato sin cuestionarte en ningún momento si te gusta o no, del régimen dictatorial en que te hacen vivir… Emancipado, ya nunca más tendrás que devorarte los sesos intentando inventar alguna excusa que te exculpe ni pelear con tu hermana para ver quién pone su programa favorito.
Pero no todo pueden ser beneficios… El emancipado, tiene que tener claro que ahora es él quien debe controlar la economía, con lo que todo esto requiere: pagar el alquiler del piso, los recibos de la luz, el consumo del agua, hacer las compras necesarias, mantener llena la nevera, tener los productos necesarios en la casa (como detergentes, pasta de dientes, toallas…)…También debe de organizar muy bien su tiempo para que pueda ir a trabajar, estudiar si se desea, tener tiempo libre para los amigos y a la vez que aún queden algunos minutos para elaborar la comida, ya que se terminó el lujo de llegar a casa y encontrar la cena encima de la mesa.
En mi opinión, emanciparse es un acto que requiere mucha madurez, ya que es muy complicado. Está claro que algún que otro día a todos nos llegará el momento de independizarse, por lo tanto, debemos de ir madurando como personas, implicándonos cada vez más en la tareas del hogar, ayudar a nuestros padres en casa y prestar mucha atención a todas aquellas faenas que realizan (poner la lavadora, planchar, cocinar, ir a comprar, limpiar la casa…) para que cuando este momento llegue, estemos suficientemente preparados para emprender esta nueva experiencia, que no dudo de que puede ser muy hermosa (y así espero que sea), pero a la vez, si no eres prudente y te lo tomas todo a la ligera, puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla.
Lídia Puyals i Boix

1 comentario:

Teresa dijo...

¡Muy buen texto!. Sólo te marco algún error ortográfico: "ha hacerse" no debe llevar "h" en la preposición, "negrita i subrayados" debe ir con "y","encontrar-te"sin guión.