viernes, 30 de octubre de 2009

Vuelve la moda del cachete y el bofetón

Prepárense conciudadanos, que el próximo curso se presenta muy ajetreado. Volverán a estar en boga las reglas de madera (con las manos estudiantiles bien abiertas y receptivas a los golpes), recuperaremos el repertorio de cachetes, bofetones y collejas, se restablecerán las celdas oscuras de castigo, los azotes y los latigazos, y habrá un nuevo invitado estrella: las inyecciones de morfina para sofocar a los feroces alumnos.
“Los niños y adolescentes de hoy en día son rebeldes, desobedientes, indisciplinados, contestatarios, insumisos y muy violetos”, palabras de Federico Jiménez Losantos, locutor de la COPE radio neutral y objetiva, principal portavoz del Opus dei, una institución que defiende sus tesis con argumentaciones claras y no contradictorias. “La letra con sangre entra”, si eso ya se sabia antes de que la iglesia y el PP reivindicaran la recuperación de la violencia en las aulas. Y finalmente añade que los causantes del problema son los profesores modernos, y por supuesto la legislación vigente, que ha dejado a los maestros de verdad, los de armas tomar, fuera del sistema educativo.
Como no, ese ser camarada del diablo, desdeñable y macabro, cuyo propósito final pasa por deseducar a la juventud, generar tensión y violencia, ignorancia, destrucción y guerras, hambrunas e incluso someter a su voluntad el universo y las leyes que lo rigen, ese vil engendro, el educador, es el causante de todos los males de nuestra sociedad católica, apostólica, romana y del Partido Popular.
No obstante, sí es verdad que los profesores vocacionales ya son una especie en peligro de extinción, y las nuevas generaciones de docentes son gansos universitarios que eligieron el sencillo camino de la educación, buscando un trabajo bien pagado de por vida y que les permitiese elegir si trabajar mucho y dedicarse a enseñar, o por el contrario, someterse a la ley del mínimo esfuerzo.
Bromas a parte, parece bastante claro que el origen del problema no son los docentes, o al menos, no la mayoría de ellos, sino el ente de educación por antonomasia, los padres, también llamados progenitores. Como es lógico, son los padres que viven el día a día con los niños, los que han decidido traerlos al mundo y los que de mayores se aprovecharan de sus sueldos para disfrutar de una bonita jubilación, los encargados de su docencia. Hasta aquí, todo claro, pero: ¿Porqué los padres dejaron de desempeñar esa tarea? Pregunta sencilla, respuesta sencilla. Para mayor tranquilidad, por compasión y sobretodo, para que no se repita el ciclo. Es decir, los padres de hoy en día vivieron una etapa muy dura, como vienen viviendo todos los padres desde que el mundo es mundo, y en ningún caso, quieren que sus hijos pasen por ella. En su época los padres eran demasiado estrictos, demasiado severos, demasiado conservadores. Además, esos padres no tenían un poder adquisitivo como el de ahora, y los hijos que ahora son padres creen que dado que ellos sí pueden, ellos deben. En resumen, creen que deben darles a sus hijos todo lo que sus padres no pudieron darles a ellos. No obstante, ahí donde surge el problema, puesto que si esa sensación la vienen viviendo los padres desde que Jesucristo perdió el abanico, ¿porqué justamente ahora ese comportamiento se ha convertido en un problema? Fácil solución, se debe al consumismo, la globalización y los medios de comunicación de masas. ¿Porqué deberíamos inculcarle unos valores a nuestro hijo si la televisión ya lo hace por nosotros, y además es un artilugio contra el que no podemos luchar? ¿Porqué dedicarle tiempo al chico si chateando y navegando por Internet se entretiene y aprende mucho más rápido y con menos esfuerzo, que con sus padres? ¿Porqué debo decirle a la niña que no puede obtener todo lo que desea, si yo puedo dárselo para tenerla contenta? Al fin y al cabo, después la sociedad ya le enseñara que está equivocada. Y si todo y dándole todo lo que pide nuestro hijo se vuelve molesto, jarabe de palo. Eso mismo, alcemos todos juntos la vara educadora y gritemos al unisono: “viva la violencia que educa a nuestros hijos! Ojo por ojo y...todo el mundo acabará ciego.”
Por tanto, mediadas a tomar a cabo: tres dosis de responsabilidad parental por vía oral; cinco comprimidos de dar ejemplo en casa antes de desayunar; todas las mañas una caja de ánimo, valoración, apoyo, comprensión y respeto hacia los hijos y alumnos; diez cucharaditas de actividades didácticas cómo la lectura, el debate o el deporte; un spray nasal con buenas vibraciones, alegría y positivismo antes de tratar con adolescentes; y finalmente, para mayor información consulte a su padre o persona adyacente que ya haya pasado por lo que usted esta pasando y hágale caso. Por favor, aprenda de sus errores. Y nosotros, los adolescentes, aprendamos de los que cometieron nuestros abuelos y de los que aún cometen nuestros padres. Como alguien me aconsejó hace ya tiempo: “Mira chaval, en la adolescencia debes tomar tus propias decisiones, cometer tus propios errores y equivocarte tú sólo, porqué es así como aprenderás la lección más importante, que es sobre la vida. No obstante, no empieces de cero, comienza tu camino de caídas y vueltas a levantar desde el punto en que nosotros, tus padres, lo dejamos.”

1 comentario:

Teresa dijo...

Gerard:
Entre tanto bueno, sólo encuentro algunas faltas de ortografía que corregir como los "por qués" interrogativos que deben ir separados y con acento o "aparte" que va junto. ¡Qué magnífico contrincante para Jiménez Losantos serías!.¡Muchas felicidades y sigue siendo tan riguroso en tu trabajo como hasta ahora sin confiarte en tu facilidad de palabra!