domingo, 16 de enero de 2011

Emanciparse


“Emanciparse: Liberarse una o más personas respecto de un poder, una autoridad, una tutela o cualquier otro tipo de subordinación o dependencia: los jóvenes quieren emanciparse. Independizarse.”
En la naturaleza humana está el don de la contradicción, queremos lo que no podemos tener y cuando lo conseguimos pierde el aliciente. Las rubias quisieran ser morenas y viceversa. Nos pasamos toda la adolescencia dramatizando sobre nuestros problemas emocionales deseando escapar del hogar como si se tratara de un melodrama o biografía de un rockero, para que cuando tengamos treinta años añoramos tanto esos tiempos en que la madre te cocinaba unos ricos canelones, te hacía la cama, te insistía en organizarte y trabajar y tu padre te llevaba a los sitios con el coche. Pero la vida es un conjunto de etapas, como en un decatlón. Y en los dieciocho, te despides aliviado pero triste de esos años letárgicos de inocencia e irresponsabilidad, porque por fin ya eres mayor de edad.


La vida a diferencia de las carreras de fondo, el que gana no es el primero que lo quema todo, sino esos que consiguen llegar a la meta tarde o temprano disfrutando cada paso. Emanciparse forma parte de esta gran carrera, es una etapa que te exige madurez y organización para superarla. Buscar ese equilibrio, ceder y recoger, sobretodo cuando compartes tu intimidad y territorio con otros individuos. ¿Ventajas e inconvenientes? Infinidad y dependientes de la persona. Aunque los primeros años todo es una novedad, (principalmente para esos pueblerinos que emigran a la ciudad) hacer la compra, la limpieza, estudiar y/o trabajar, intentar divertirte como un universitario, etc, la ayuda de los padres, que siempre están allí, es extremadamente necesaria. Más bien dicho, ayuda económica. Una vez financiada la expedición a Barcelona, Lérida, Tarragona, Madrid o “Donde sea”, preparas el equipaje, una gran maleta llena de recuerdos de tu más tierna infancia, y te situas en el mapa. Observas un nuevo ambiente: la Universidad. Nada parecido a los pasillos y clases del instituto, principalmente porque eres un número más y tu objetivo es cambiar eso, resaltar para buscarte un buen porvenir. Y cuando llegas al nuevo hogar (residencia, piso alquilado o de familiares) cansado de pelear con tus neuronas y el duro mundo de la selección natural, tienes que cumplir las tareas domésticas y respetar a los nuevos compañeros de piso (sea Annibal Lecter o Mary Poppins). Ya no podrás ser el pequeño y querido tirano de casa, que se discute por el canal de televisión o por no comer pizza cada día, y acostumbra a ganar. Ahora tu eres responsable si sales entre semana (esto significa saltarte las primeras horas del día siguiente), de tus hábitos buenos y malos (nuevos vicios y poco tiempo por hacer deporte), de si gastas demasiado (te continua gustando ir de compras o jugar a videojuegos), de tu comportamiento con los demás (llamar de vez en cuando a la abuela), tener o no telarañas en el frigorífico (que desemboca en un gran conocimiento de la cocción y gusto de las arañas y otros artrópodos, incluso de lograr tener el baño limpio y brillante ( y si hay chicos en el piso, tener la tapa bajada del retrete).


Una vez consigues estabilizarte, encuentras ese ideal equilibrio y vas creciendo como humano, vas viendo como una evidencia recompensar y agradecer toda esa gran inversión que han hecho tus padres por ti y aprender de su ejemplo para aplicarlo en tus proyectos de futuro. Y luego, llegada la calma, entraremos en la siguiente etapa aún más compleja, otra vez a la aventura de ir viviendo.

1 comentario:

Teresa dijo...

¡Muy buen ejercicio, Laia! No veo más que un par de errores :"insistía EN QUE TE ORGANIZARAS Y TRABAJASES"; "como un decatlón. Y A los dieciocho..."; "EN la vida, a diferencia de..."; "sitÚas"; "poco tiempo PARA hacer deporte"
¡Felicidades!