domingo, 3 de abril de 2011

Alarma nuclear en Japón.


El viernes once de marzo del 2011, Japón sufrió un terrible desastre natural que derivó a una catástrofe humana. Eran las dos del mediodía en la isla del Pacífico cuando un sismo de nueve grados en la escala de Richter sacudió la tierra. El epicentro del terremoto se localizó en el océano Pacífico, con lo que segundos después de éste un enorme y devastador tsunami arrasó literalmente la costa de la región de Kohoku y, por unas horas, todas las islas de su alrededor desaparecieron del mapa, quedando cubiertas bajo una enorme masa de agua. Cuando las gigantescas olas (nada más ni nada menos que de diez metros de altura) llegaron a tocar tierra, se llevaron por delante todo lo que encontraban a su paso: casas, coches, personas, ferrocarriles, puentes, aeropuertos, empresas, fábricas… y centrales nucleares.

Nadie duda de que si bien Japón ha sido capaz de salir adelante de muchas otras desgracias como la sucedida durante la Segunda Guerra Mundial, también será capaz de salir de ésta. De hecho, es casi heroica la actuación de los expertos japoneses y también de la población, ya que ni cuando fue declarada la alarma nuclear en la isla, los ciudadanos entraron en un estado de desesperación. Sin embargo, esto no significa para nada que la situación no sea catastrófica.

De las 51 centrales nucleares que dispone Japón, un total de 11 fueron paralizadas tras el tsunami. Una de estas centrales fue la central de Fukushima I, que al igual que la II, sufrieron un apagón debido a que la enorme ola alcanzó los sistemas de refrigeración. Después de diversas explosiones dentro de los reactores de las centrales, el gobierno japonés decidió evacuar a la población a un radio de veinte kilómetros. Al cabo de unos días, salieron a la luz varios informes dónde se hacia patente un peligroso aumento de la radiación nuclear que ponía en peligro a la población. Y así fue. Numerosas personas sufren ahora contaminación por partículas radioactivas, y la alarma no cesa.

Por este motivo, se ha vuelto a retomar de inmediato un debate que lleva años sembrando polémica: centrales nucleares, ¿sí o no?

Mi postura es clara: centrales nucleares sí, pero como mesura transitoria. Poniendo como pretexto la isla japonesa, la mayoría de países que optan por la energía nuclear son países que no disponen de suficiente energía renovable o petróleo para suportar la elevada demanda energética por parte de la población. Y si tenemos en cuenta que después de la tragedia la economía de Japón he empeorado drásticamente, es irrazonable pensar en paralizar las pocas fuentes de energía de las cuáles dispone este territorio. De hecho, un treinta por ciento de la energía japonesa proviene de las centrales nucleares.

Si la mayoría de ecologistas piensan que la energía nuclear no es segura para la población y debe de ser reemplazada por otras energías mucho más limpias, yo pienso que, actualmente, es imposible no depender de la energía producida por las centrales nucleares. Vivimos en una sociedad consumista hablando en términos energéticos, y hasta que no nos concienciemos lo suficiente para que con tan sólo las energías renovables podamos vivir, las centrales nucleares y el petróleo van a seguir siendo elementos irreemplazables en nuestras vidas humanas. Y por lo que a la seguridad se refiere, las centrales nucleares son las estructuras más seguras y con mejor mantenimiento que puedan existir en el mundo, y son revisadas y mejoradas por expertos día tras día. No podemos comparar los reactores construidos en el viejo bloc soviético con los de Japón o los de cualquier otra parte del mundo. Además, el problema en Japón no fue debido a la mala construcción de la central, sino a la enorme ola. De antemano, el terremoto no ocasionó daño alguno.

Para poner algunos datos interesantes para aquellos que sostengan que la energía nuclear es mucho más contaminante que cualquier otra, los ocho reactores nucleares que trabajan en España evitan la emisión anual de 40 millones de tonas de dióxido de carbono, equivalente a las emisiones que producen la mitad de los coches que circulan por nuestras calles. Además, si algún país decide aplicar con entero rigor el Protocolo de Kyoto, le será imposible sin recurrir a la energía nuclear.

En conclusión, considero que la energía nuclear actualmente es necesaria. Por supuesto que me gustaría que poco a poco fueran menos el número de centrales nucleares distribuidas por el mundo, pero como he expuesto, mientras no lleguemos a reducir suficientemente nuestro consumo de luz y agua, mientras no nos concienciemos verdaderamente, la energía nuclear es nuestra única alternativa.

Lídia Puyals i Boix.

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