lunes, 14 de marzo de 2011

piso vs residencia

Cuando llega el momento de dejar atrás nuestra vida de adolescentes y niños para vivir fuera de casa, te enfrentas inmediatamente a una necesidad fundamental: ¡encontrar otra casa! Fácil... dirás, y podría darte la razón. Pero verás que hay muchas opciones, quizás algunas que ni siquiera te habías planteado. El truco no es elegir un alojamiento, sino elegir bien. Las dos opciones más comunes son las residencias y los pisos compartidos.
Puedes pensar en las residencias como una especie de hotel para estudiantes. Duermes allí, y puedes comer allí (lo típico es tener pensión completa). Para lavar tu ropa habrá una sala de lavadoras, o incluso puede haber un servicio de lavandería donde les dejas una bolsa de ropa sucia y te devuelven la ropa limpia y planchada.
La calidad de las habitaciones y de las instalaciones puede variar entre “palacio real” y “chabola”, pero el objetivo principal de todas es la misma: mantenerte seco y calentito cuando llueve. También te dan de comer, y proporcionan servicios para limpiar tu ropa y el aseo personal.
Si en una residencia estás inmerso en el universo estudiantil, vivir en un piso compartido es como vivir en la frontera entre la Universidad y la temida “vida real”. Una de las grandes diferencias es que en un piso nadie te pone reglas. O mejor dicho, las reglas son las que tu mismo te impones y las que acuerdas con tus compañeros.
Puede parecer muy chulo, pero es también una gran responsabilidad. Nadie te va a decir a qué hora tienes que estar en casa, pero nadie te va a lavar los platos. Y no siempre es fácil ponerte de acuerdo con tus compañeros. En un piso hay muchas más cosas sobre las que estar en desacuerdo que en una habitación de una residencia.
Uno de los temas que más problemas suele ocasionar es la limpieza. ¿Quién va a limpiar la taza del váter, y con qué frecuencia? ¿Los platos sucios hay que lavarlos inmediatamente, o vale dejarlos para “mañana”? Otra fuente de discusión que surge a menudo es el dinero. En un piso hay gastos comunes. Además del alquiler, está la calefacción, la línea ADSL, los productos de limpieza y más cosas. Basta que una persona no pague a tiempo, contribuya menos, o consuma más que los demás y la bronca está servida.
Dicho esto, si fuera imposible vivir feliz en un piso compartido nadie lo haría. Eso sí, requiere una gran responsabilidad y capacidad de compromiso de tu parte, y también por parte de tus compañeros de piso.
Considerando el piso compartido, creo que la experiencia que se adquiere a cerca de la convivencia es mucho más gratificante que la que se puede obtener viviendo en una residencia o un colegio mayor, por otra parte, sobretodo el primer año puede llegar a ser muy duro mezclar las tareas del hogar con los estudios universitarios: estamos acostumbrados a ser servidos por nuestras familias y puede ser un cambio un poco bruto de pasar a ser dependientes de nosotros mismos.
No obstante, creo que al final de la corrida, vivir en un piso compartido no es tan complicado si tienes ganas de poner orden a tu vida y adquirir un estilo diferente de vivir, que sobretodo nos servirá a lo largo de la vida.
Por éste motivo yo creo que el año que viene elegiré una residencia que así me facilitará conocer gente y establecer nuevas amistades. Pero en los próximos años me gustaría poder compartir piso con chicos o chicas de mi edad que tengan los mismos gustos y aficiones que yo, así la convivencia no será tan dura.

1 comentario:

Teresa dijo...

Muy buen trabajo