jueves, 31 de enero de 2008

¿Por qué no disminuye la violencia familiar?

En los últimos tiempos, dentro del boom informativo en que vivimos metidos, hemos podido escuchar, ver y leer muchas noticias sobre casos de violencia familiar. Mujeres agredidas por sus maridos, ancianos maltratados por sus hijos, niños que imponen su voluntad sobre sus padres usando la violencia, hombres que abusan de menores de su familia próxima o niños maltratados y abandonados por sus padres. Estos son seguramente los casos más corrientes de violencia familiar. Casos que ocurren un día si y el otro también.

La violencia familiar no es algo propio de nuestros tiempos. De hecho, durante muchos años, y me atrevería a decir siglos, las familias estuvieron fundamentadas en la violencia. Violencia entendida desde muchas caras. Quizá en muchos casos no tenía que ser una violencia física, sino también psicológica. Las familias se fundamentaban en las obligaciones, en una jerarquía muy marcada y dirigida por el padre. Este, utilizando la violencia física y verbal mantenía toda la familia controlada. Así nacían unas nuevas generaciones rectas y trabajadoras.

Hoy en día hemos abandonado éste modelo. Nuestra sociedad, más libertaria y moderna, más abierta ha decidido dejar atrás estas situaciones en que la educación se basaba en la mano dura para pasar a un sistema más comprensivo, qué se basa en hacer comprender que lo que se ha hecho está mal. Aún así aún hay gente reticente con estas formas de educación. Las consideran anticuadas y poco útiles, y defienden la educación tradicional basándose en la rectitud de sus generaciones precedentes. Este es uno de los más potentes caldos de cultivo para la violencia familiar. Una familia basada en la restricción y la mano dura, una situación muy dura que puede derivar en un exceso de violencia por parte de uno de los miembros de la familia, sea el que en un momento mandaba o sea otro. Puede recibir cualquiera, pues el padre de familia se considera el señor de la familia, por lo tanto, todo lo que forme parte de ella tiene que seguir su manera.

Otro caso de violencia familiar se debe o al carácter débil de los padres ante sus hijas. Un os padres que nunca riñen a sus hijos, que les dejan hacer, que les dejan ser espontáneos. Estos niños crecen sin conocer límite alguno a sus travesuras, por lo cual se puede llegar a dos situaciones. En una primera, el niño se hace el dueño de la casa en la llamada síndrome del pequeño emperador, dónde éste impondrá su ley ante sus padres o una segunda, en que el padre reaccione con excesiva violencia respecto al hijo, o a otro miembro de la familia para descargar tensión.

En resumen, la violencia familiar se debe, básicamente, a las dificultades que tienen los padres y parejas para ejercer cómo tales, si bien es cierto, que no se les puede culpar directamente, pues nadie les ha enseñado a ser padres.

1 comentario:

Teresa dijo...

¡Muy bien Quim!.
Ese erudito síndrome del pequeño emperador revela que te has documentado. El texto se sustenta en buenos argumentos y una expresión trabajada (estructura, léxico, expresiones utilizadas...)
Se te ha colado un "libertarias" cuando más bien diría "liberales" y poca cosa más.
En resumen, estoy más que contenta de tus textos escritos pero no aflojes.