Desde la vertiente antropológica,
podemos decir que el ser humano ha ido evolucionando en capacidad craneal
gracias a la continua ampliación de su conocimiento. Nuestros antecesores más
lejanos fueron los que descubrieron el fuego, el cultivo, el sedentarismo, las
herramientas, etc., de forma que sus descendientes aprendían de ellos, y con
ese “pequeño” aprendizaje podían sobrevivir.
Actualmente, no tenemos
suficiente con saber cómo mantener el fuego o cultivar trigo, sino que tenemos
unas inquietudes intelectuales superiores: necesitamos comprender las cosas y
crecer como personas. Eso significa desarrollar al máximo nuestras capacidades
para realizar nuestra aportación al desarrollo y beneficio de nuestra
colectividad.
Aprender y entender nuevos
conceptos, razonar, opinar, concluir, imaginar, debatir, ayuda a una mayor
integración social, nos hace ricos culturalmente. Estudiar hace brotar todas
esas cualidades intelectuales además de forjar un pensamiento crítico y
autónomo. Personalmente, el hecho de estudiar es un proyecto de superación
personal, pero no solo sirve para cumplir un propio fin, también para entender
los problemas del contexto social, político, económico y tecnológico. Sin
conocimiento alguno o mínimo, es fácil ser influenciado, ya sea por corrientes
de moda, políticas, etc. Saber, conocer y aprender son simples sinónimos de
libertad, que como bien dijo Theodor W. Adorno “La libertad no es escoger entre
blanco y negro, sino evitar dicha elección”.
En nuestra sociedad hay ciertos estereotipos establecidos, creados para
manejar como marionetas a los ciudadanos de este mundo; por eso se debe
estudiar, para adquirir una actitud crítica que haga romper los hilos con los
que nos intentan manejar.
Para concluir, añado que cuanto
más desarrollado está un país, más preparación necesitan sus ciudadanos. Es
decir, estudiar nos hace más libres y a la vez más críticos para poder serlo,
pero también más fuertes para sobrevivir.
1 comentario:
Muy buen artículo.
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