viernes, 29 de febrero de 2008

El túnel

Parecía mentira que hacía tan sólo unas horas había salido de casa de Albert. Era su fiesta de cumpleaños sorpresa, todos esperamos con atención a su llegada, gritamos el "felicidades!" y le dimos los regalos. Cuatro tonterías. El resto de la velada la pasamos jugando a cartas, charlando, riendo y cantando. No fue hasta altas horas de la madrugada que Albert empezó a contar leyendas urbanas sobre ladrones y asesinos y cosas más macabras que prefiero no recordar. Cuando llegó la hora de marcharme, el miedo me había invadido, así que decidí ir en metro hacia casa para ir más rápido.

Al volver la primera esquina, me encontré un grupo de jóvenes que me pidieron fuego. Mi respuesta no les gustó, pues no fumo, y me pidieron cosas cada vez más raras. Si les podía dar la hora o aún mejor si les podía dar mi reloj para tener hora siempre que quisieran, etc. Las cosas fueron subiendo de tono, así que me eché a correr hacia la parada del metro. Coincidí con el guarda que, en aquellos momentos estaba cerrando las puertas por mantenimiento nocturno. Me colé dentro como pude, explicándole lo que me había pasado. El me comprendió, me dijo que no pasaba nada, que me acompañaría hasta la otra salida porque ya no salían más trenes. El hombre se mostró afectuoso conmigo, pero las luces apagadas, y el ruido de las llaves que llevaba colgadas del cinturón, el sonido de cada paso, y el silencio de la noche, daban un aire lúgubre al tema.
De pronto se paró en seco delante de mi y se giró para mirarme. Su mirada no tenia nada que ver con la de antes. Había enloquecido.

Salté del andén rápidamente y empecé a correr otra vez por el oscuro túnel del metro en cualquier dirección, sintiendo sus pasos detrás de mí. El pánico me paralizaba y no podía pensar, pero a mi izquierda ví mi salvación. Había una pequeña rendija que daba lugar a una sala de control. Me colé como pude y encontré una salida de emergencia. Crucé la puerta con todas mis ansias y corrí hasta alejarme de aquel lugar. Minutos más tarde llegaba a casa sudorosa y con el corazón a cien. Des de aquel día tengo pánico a la oscuridad de cualquier túnel, y más si es el del metro, dónde nunca he pasado tanto miedo.

1 comentario:

Teresa dijo...

Judith:
¡Muy buena redacción!
Tenías el día inspirado anoche. Sólo puedo reprocharte alguna falta de ortografía.
El suspense y la creación de ambiente están muy bien.